martes, 23 de agosto de 2011

DE VUELTA AL LABERINTO: ESPAÑA Y LA CULTURA DEL BARROCO, UNA PROPUESTA DE MODERNIDAD AMPLIADA - Carlos Soldevilla Pérez (1)

«Hay buenas razones para creer que la noción de Barroco y las ideas que están conectadas a ella se presentan a la mente contemporánea con una fuerza extraordinariamente activa, yo diría, fascinante». Luciano Anceschi

Este estudio muestra la notable herencia del Barroco reverdecido en la actualidad en el movimiento neobarroco. El punto de partida de esta «vuelta al laberinto» es la constatación de la permanencia de ciertos núcleos barrocos y neobarrocos en la cultura contemporánea, tanto en lo que refiere a sus discursos como en sus producciones y estilos de vida. Esta vinculación de la cultura barroca con la tardomodernidad global se explora a través del auge del cuerpo, de la imagen y de la representación «encarnada», así como de la creación arquitectónica. Se pretende promover una reflexión sobre lo barroco como herencia relevante para tener una visión más profunda y comprensiva de la cultura española actual y, por extensión, de cómo ambas culturas (la barroca y la tardomoderna) pueden articularse en una propuesta de modernidad ampliada.

1. Introducción

Este estudio muestra la notable herencia del Barroco reverdecido en la actualidad en el movimiento neobarroco. El punto de partida de esta «vuelta al laberinto» es la constatación de la permanencia de ciertos núcleos barrocos y neobarrocos en la cultura contemporánea, tanto en lo que refiere a sus discursos como en sus producciones y estilos de vida. Esta vinculación de la cultura barroca con la tardomodernidad global se explora a través del auge del cuerpo, de la imagen y de la representación «encarnada», así como de la creación arquitectónica. Se pretende promover una reflexión sobre lo barroco como herencia relevante para tener una visión más profunda y comprensiva de la cultura española actual y, por extensión, de cómo ambas culturas (la barroca y la tardomoderna) pueden articularse en una propuesta de modernidad ampliada.

La memoria se apoya en huellas cuyas raíces se hunden en el pasado. Las cuestiones pretéritas son como faros que iluminan el lado oscuro de la historia. Por eso, la memoria es fuerza que construye y cimiento que sustenta. Pero la memoria es frágil y requiere, a veces, viajar a tiempos y espacios antiguos, donde habitan nuestras mejores producciones; en nuestro caso las obras del Barroco, las producciones del Siglo de Oro. Quizá ese viaje nos permita descubrirnos y saber mejor cómo somos y, de paso, reflexionar sobre cómo queremos diseñar nuestro futuro.

En la actualidad, tras constatar que Francis Fukuyama se había apresurado al certificar el «fin de la historia», nos encontramos ante un futuro incierto en el que lo único que parece seguro es que los grandes relatos de la Modernidad ya no sirven para explicar el mundo social y cultural en el que vivimos, desvaneciéndose la confianza utópica en el progreso de la historia hacia una emancipación definitiva de la humanidad. Esta desconfianza tardomoderna, en el ámbito de las ciencias sociales, ha provocado el descrédito de la concepción evolucionista de la historia, dejando ésta de percibirse como un todo coherente y ordenado, como una sucesión lineal de acontecimientos entre los que se establece una clara relación de progreso y causalidad.

Por eso hemos titulado este estudio «De vuelta al laberinto», para indicar con ello que éste es un momento más propicio a sintonizar con el tiempo cíclico que, como una legítima espiral viva, hace retornar la cultura del Barroco. Somos conscientes de que lo que regresa del Barroco es justamente la rebeldía de su mirada contra un racionalismo reduccionista en el que no caben lo emotivo (lo que le opuso al Renacimiento y ulteriormente a la Modernidad ilustrada), su apasionante voluntad de afirmación visual, el enigma que sus imágenes contienen, el ritmo (esa suerte de música que es capaz de generar la escritura y que, a veces, recibe el nombre de poesía), así como el laberíntico fondo de fascinación que promueven sus obras y realizaciones.

El imaginario barroco constituye hoy una precisa línea de resistencia contra las pretensiones totalitarias de una razón instrumental cuyo triunfo que la Modernidad tardía sigue buscando imponer. Así, el reconocimiento de que el Barroco puede insertarse en la fase terminal o de crisis de la Modernidad como una especie de encrucijada de nuevos significados favorece la emergencia de una nueva sociología, que se instala entre la tercera revolución tecnológica y los efectos de la Globalización económica, pero que, distanciándose de los imperativos del pensamiento ajeno, no olvida las voces de su tradición, incorporándolas a su acervo teórico y metodológico.

Por ello, este estudio busca vehiculizar la relación entre el pensar y el obrar en el contexto del Barroco, abriendo un programa de investigación que, a nuestro juicio, enriquece la experiencia de nuestra actualidad neobarroca. En consecuencia, cabe afirmar que para nosotros, el pasado paradigmático no puede ser otro que el de nuestro Siglo de Oro, la época barroca. Núcleo fuerte del pasado hispano que, superada la organización feudal, y sometida a crítica la robusta ambición racionalista del Renacimiento, su espíritu creativo será capaz de enfrentarse a la Ilustración posterior, para desacreditarla, reduciéndola a un pintoresco episodio, a un alucinado sueño de la razón por domar el azar y conquistar «positivamente» el mundo. Crítica que continuarán ulteriormente las tradiciones románticas (en el siglo XIX), la psicoanalítica, la surrealista y, por último, la postmoderna (a lo largo del siglo XX).

Pero, ¿por qué se define nuestra época como neobarroca? Cabe adelantar como primera respuesta que, como espero mostrar, estamos en una época con abundantes reflejos del Barroco. Pero, ¿qué es el Barroco y el Neobarroco? Más allá de la estética del arabesco y del ornato presentes en los retablos del siglo XVII, es una reacción contra el clasicismo renacentista, en sus presupuestos de identidad, claridad, racionalidad instrumental que se impondrá en el comercio y más tarde en el espíritu científico; y que, en nuestra época, se actualiza en una respuesta contra el malestar de la cultura contemporánea. Pues, como ha mostrado recientemente José María González García (2006) se puede concebir el proceso de racionalización occidental como un intento constante de dominar el azar y construir el destino social y cultural, mediante la aplicación de procedimientos racionales en todas las esferas de la vida individual y colectiva. Con una salvedad: siempre queda un resto de azar que no puede ser sometido a la razón. A este resto de azar cabe denominarlo el «laberinto barroco». Laberinto que ahora reverdece en el Neobarroco, tras haber tomado conciencia todos nosotros, con la ayuda de la seminal teorización de Max Weber, de las consecuencias indeseadas de la mencionada racionalidad instrumental: desintegración social, nihilismo, adicciones, incremento de la violencia cotidiana, etc.

De ahí que el Barroco y el Neobarroco sean movimientos socioculturales que se corresponden con mundos en crisis, planteándose como alternativa un giro de vuelta a la naturaleza, un paso atrás hacia la rememoración del pasado histórico, para así poder saltar mejor hacia delante, comprendiendo nuestro presente y optimizando las expectativas de futuro; simultáneamente que ponen en valor significados trascendentes, contrarrestando así el progresivo desfondamiento del sistema homogéneo de valores, provocado por las fuerzas secularizadoras y desarraigadotas de la Modernización. En suma, sendos movimientos proponen como alternativa a esta crisis axiológica la articulación de los objetivos racionalistas (del Renacimiento, en el Barroco; o de la modernidad tardía, en el Neobarroco) con el cañamazo de las tradiciones vernáculas, con el propósito de generar un comunitarismo integrador que interrumpa el vertiginoso proceso de descohesión social.

Esto significa entender el Barroco y el Neobarroco como estilos socioculturales, o mejor, no sólo como eso, sino como lógicas donde convergen múltiples aspectos culturales, sociales, políticos, estéticos y económicos que difieren entre sí, pero que esconden una cierta coherencia, como por ejemplo: una nueva sensibilidad, un cierto clima de época que hoy está eclosionando en todas las áreas, y cuyo rasgo ideológico fundamental consiste en afrontar una cultura en explosión, en su virtualidad espectacular, que pierde la noción de realidad y que, por tanto, convierte nuestras sociedades en ámbitos encadenados y sombríos, actualizando así la celebérrima temática de «la Caverna» de Platón (Sontag, 1981; Saramago, 2001), ya que la capacidad de respuesta a las experiencias está siendo socavada por la incesante proliferación de imágenes cada vez más chocantes que sobresaturan y colapsan nuestras emociones (Alonso Quijano enloquecido por las novelas de caballerías, en el Barroco cervantino; o la sociedad sometida por las máquinas en el film Matrix, en el Neobarroco actual).

Y así como podemos afirmar, con Michel Maffesoli, que la ruptura de la unidad elaborada en el Renacimiento fue lo que produjo la efervescencia creadora característica de la era barroca, podríamos postular, en paralelo, que es la vuelta al laberinto, con el estallido de los valores sociales, el relativismo ideológico, la diversificación de los modos de vida lo que engendra esta «barroquización de la existencia» a la cual nos vemos de nuevo confrontados (Maffesoli, 2007:143).

De ahí que, desde aquí, se proponga entender el Barroco como palanca metodológica para comprender nuestro tiempo (Neobarroco), y así proseguir con la intuición de Eugenio D´Ors (1935) que veía en el Barroco no un momento de la cultura, el siglo XVII, sino una constante en la historia: el «barroquismo».

2. El Barroco actual: el Neobarroco

Omar Calabrese (1987 y 1992) es uno de los pioneros en plantear el concepto de Neobarroco como dominante cultural de nuestra era, un tiempo signado por la proliferación de formas, la inestabilidad, el exceso y lo polidimensional. El Neobarroco no consiste en una vuelta mimética al Barroco, sino en una recurrencia transcultural, un espíritu de época cuyo amplio espectro abarca manifestaciones tan disímiles como la teoría del caos, el retorno de lo religioso, el consumo en las grandes superficies, el zapping y ciertos estilos de vida postconvencionales. Por tanto, según Calabrese, no parece existir duda sobre las numerosas concomitancias que relacionan el panorama social y estético de la actualidad con la expresión propia del movimiento social y cultural barroco a lo largo del tiempo.

Veamos algunas muestras. El Laocoonte griego puede considerarse tan barroco como el monstruo de Alien. El Carnaval de Río de Janeiro o el de Cádiz son dos de las manifestaciones neobarrocas fascinantes y representativas de nuestro tiempo. Es barroco el gusto aplicado a los nuevos diseños de moda de Adolfo Domínguez, David Delfín, Victorio & Lucchino y Joseph Font (como los de Christian Lacroix, John Galliano y Jean Paul Gaultier). La arquitectura y la decoración (Bofill, Calatrava, Graves, Miralda), actualizan el diseño barroco en sus obras. La literatura iberoamericana es notablemente neobarroca desde Alejo Carpentier, José Lezama Lima y Severo Sarduy (narrativas que recobran los pasos perdidos del origen, para reconciliar lo natural con lo cultural en una consideración a la vez «real» y «maravillosa»). Soportes visuales como el videoclip son máquinas de representación neobarrocas de entrecruzamiento e hibridación de otros códigos y lenguajes.

Internet es un espacio virtual tan barroco y desbordante como una bóveda pintada por Luca Giordano o Pietro de la Cortona. El Manifiesto para cyborgs es probablemente una gran creación de la teoría sociológica neobarroca. Directores de cine como David Lynch, Peter Greenaway, Federico Fellini o el mismo Pedro Almodóvar, en sus obras presentan y representan imaginarios neobarrocos.

3. Una sociología (neobarroca) para una Modernidad ampliada

Esta investigación se aparta de uno de los legados más problemáticos de la ciencia social occidental, que consiste en sostener que el momento moderno crea una ruptura dramática y sin precedentes entre el pasado y el presente. Ruptura que da lugar a la tipología de sociedades tradicionales (caracterizadas de anacrónicas y locales) y sociedades tardomodernas (innovadoras y globales). Esta visión ha distorsionado frecuentemente el significado del cambio y la percepción del pasado, hasta el punto de implicar una ruptura general con todo tipo de pasados. Sin embargo, a nuestro juicio, si no queremos caer en graves patologías, debemos enriquecer la cultura tardomoderna mediante la incorporación las distintas tradiciones culturales de pertenencia.

Por eso propongo vindicar las señas de identidad del Barroco como cultura sustantiva y representativa del legado español e iberoamericano. En este estudio se examina el gran trabajo de imaginación desarrollado por la cultura barroca y neobarroca, con el objetivo de articular las diversas raíces de la cultura vernácula con la asunción de la cultura tardomoderna. En primer lugar, se explora, en el contexto de las sociedades tardomodernas, a través de la presentación de las obras de distintos autores (D´Ors, Sarduy, Maravall, Buci-Glucksman, Calabrese, Deleuze, Haraway, Baudrillard, Maffesoli, Bauman, González García y Escohotado), que defienden la pertinencia y relevancia del Barroco y del Neobarroco para nuestra contemporaneidad, creando un espacio de reflexión, de crítica y de participación en el cual los individuos y grupos buscan integrar la cultura vernácula en sus propias prácticas tardomodernas.

Posteriormente se presentan dos fenómenos sociales en los que se manifiestan las huellas del Barroco y Neobarroco: el auge del cuerpo y de la de la representación «encarnada»; y el ámbito de la creación arquitectónica. En estos fenómenos se patentiza de manera reveladora que, en los últimos tiempos, el trabajo de la memoria y la creatividad ha estimulado el imaginario colectivo, contribuyendo a situar en el centro del cambio social el trabajo de la imaginación, antes restringido al arte y a unos pocos elegidos, y ahora extendido a diversas actividades vitales de los ciudadanos y, en suma, a la robusta actividad creativa de la sociedad civil (Pérez-Díaz, 1997).

Así, frente autores como Giddens y Beck, que suponen la emergencia del «individualismo reflexivo» como el producto más característico de la Globalización; desde este trabajo se propone el «comunitarismo rememorativo y emotivo» del Barroco y Neobarroco como memoria reflexiva para el nuevo imaginario social dentro, eso sí, de una concepción de «Modernidad ampliada», esto es, que escucha e incorpora estas dos grandes tradiciones, hasta ahora desconsideradas por no haber sido lo suficientemente modernas, por no haberse acomodado a la fáustica vertiginosidad de la acción. Ésta es la razón por la que postulo una vuelta al laberinto barroco y neobarroco, que comprenda y articule el hecho tardomoderno con las diferentes tradiciones vernáculas. Pero es hora ya de presentar las teorías que acreditan que estamos en este tipo de atmósferas y escenarios socioculturales.

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