miércoles, 25 de mayo de 2011

Lo neobarroco como técnica de imagen y comercialización en el siglo XXI. - Catalina Castillón, Ph. D.

Resumen

Las formas y técnicas neobarrocas se están utilizando cada vez con más frecuencia en diferentes medios de comunicación. La publicidad no es ajena a este fenómeno, pues la expresión neobarroca es idónea para crear mensajes en que tanto el contenido como la forma son relevantes. El anuncio del cava ‘Brut Barroco’ es un buen ejemplo del uso de técnicas neobarrocas para conseguir una reacción deseada. La creación de logos y símbolos, la alusión, el desengaño, la alegoría, la fiesta, la polisemia, y la apelación a los sentidos, son algunas de las técnicas neobarrocas analizadas en este anuncio que sirve como muestra de que lo neobarroco vende.

Las formas y técnicas barrocas, o alusiones a lo barroco, se están produciendo cada vez con más frecuencia en diferentes medios. Se trata de expresiones que se han denominado “neobarrocas” precisamente por su adaptación de diversas estrategias barrocas. Muchos anuncios publicitarios son un buen ejemplo de este fenómeno. Esto no es de extrañar si consideramos que la expresión barroca, con su afán por la teatralidad, la ilusión visual, la proliferación de elementos decorativos, y la tendencia a la hipérbole, resulta idónea para la creación e interpretación de ciertos mensajes, así como para llamar la atención no sólo sobre el contenido sino que también sobre la forma en que se comunica el mensaje. El neobarroco, a diferencia del postmodernismo, no desintegra las grandes narrativas, sino que las corrompe, las desbarata, o se burla de ellas, siendo consciente de que forma parte de una tradición transhistórica e híbrida que, como tal, es parte de una narrativa en sí. El ámbito publicitario no ignora esto, y lo adopta como técnica de imagen y comercialización.

Características típicas del barroco como la exuberancia, el dinamismo, el engaño, la ambigüedad, el juego entre apariencia y realidad, la ilusión y la alusión, la intertextualidad, la apelación a los sentidos, lo lúdico, la paradoja, los sueños y lo que Eugenio D’Ors llamó la búsqueda del paraíso perdido, se acomodan perfectamente a la ideología de las prácticas publicitarias o de ‘marketing’. Pues, con frecuencia, lo que se pretende es vender una imagen que llegue a trascender la veracidad del producto en una especie de guiño de complicidad con el consumidor. Éste, normalmente, es consciente de la exageración, la apariencia y el engaño que se representa en el anuncio comercial, pero está dispuesto a “dejarse embaucar” sabiendo que, al final, es él (o ella) quien tiene la última palabra. No obstante, el objetivo final de la publicidad es convencer al consumidor para que actúe y compre, y si consideramos el abundante uso de formas y conceptos neobarrocos en anuncios comerciales, no es difícil reconocer su potencialidad mercantil. Lo (neo)barroco vende, y muchos publicistas utilizan técnicas neobarrocas como vehículo de expresión para obtener determinadas respuesta por parte del público consumidor.

Lo neobarroco resulta útil para confrontar ciertos modos de pensar, incluso para proponer o articular, si se considera oportuno, un rechazo del régimen, la razón, y/o la historia lineal. Además, éste es un mundo global en que la imagen, el símbolo, el emblema o el logo son aún más prevalentes que en sus tiempos lo era la emblemática barroca. Por otro lado, tanto en lo barroco como en lo neobarroco los medios artísticos se encuentran estrechamente entrelazados y se condicionan mutuamente. Debe considerarse también que no es posible estudiar una obra barroca o neobarroca analizando la forma e ignorando su fondo, su conceptuación, o su razón de ser; así como el hecho de que la percepción sensorial (visual, auditiva, etc.) que nos ofrece la forma o composición de la obra conlleva intrínsecamente su fondo y su temática.

Al respecto, en sus estudios sobre la teoría sarduyana del neobarroco, Irlemar Chiampi observa que ésta “avanzó hacia el tema de la simulación/simulacro, logrando ‘ajustarse’ fácilmente a las teorías de la cultura de masas.” (55). Así, el signo pasa de ser “reflejo de una realidad básica” a enmascarar y pervertir esa realidad; luego, en el tercer estadio lo que el signo enmascara es “la ausencia de una realidad básica”, para finalizar en el estadio de la actualidad posmoderna a la manera de Jean Baudrillard en que el signo “no tiene relación con ninguna realidad: es un puro simulacro” (Baudrillard 198). Éste sería el caso, por ejemplo, de ciertos logos de la publicidad actual como pueden ser la manzana que representa tecnología y computadoras (Macintosh); el cocodrilo que representa ropa deportiva de lujo (Lacoste); o un conejito para representar todo un imperio de consumo de productos para adultos (Playboy). La manzana, el cocodrilo y el conejito funcionan como representaciones; y podrían compararse a la emblemática del barroco histórico, cuyo uso, como indica Lois Parkinson Zamora, dependía de la interacción entre textos e imágenes que generaba la alegoría que era preciso descifrar (Inordinate 276).

Es decir que los anuncios comerciales suelen adoptar como propia la gran tendencia de la cultura del barroco hacia el lenguaje simbólico de las cosas del mundo natural o social. Los símbolos abundan tanto en las imágenes de lo cotidiano como en las de lo alegórico, así como en la autorreflexión sobre el medio de producción y su juego entre la realidad y lo interpretado. Lo barroco gusta de las referencias a las apariencias y el desengaño. El montaje fotográfico, en el que lo irreal se hace pasar por veraz, también conlleva el simulacro neobarroco. Su uso desbordante en la publicidad presenta multitud de imágenes de varios significados y conciencia capitalista autorreferencial. Un ejemplo es el anuncio publicitario del cava (vino espumoso) de la casa catalana “Freixenet” cuyo nombre comercial es “Brut Barroco,” que se publicó en la revista “¡Hola!” en junio de 2007 (ver ilustración 1). El estudio detallado de este anuncio comercial permitirá constatar y analizar el uso de varias características y técnicas de expresión neobarrocas en la práctica publicitaria contemporánea.

Esta imagen de comercialización del Brut Barroco presenta en su parte inferior una botella cerrada del cava a la cual rodea en espiral un tul rosado. El tul asciende hacia, o desciende de (según se mire), la parte superior del cartel, donde encontramos varias imágenes superpuestas alrededor de unas etiquetas con las frases “Brut Barroco” y “El juego de la seducción”. Brut Barroco es el nombre comercial de la bebida, mientras que “el juego de la seducción” es parte del mensaje de venta que da sentido al nombre y, se supone, debe inspirar al comprador. Esta frase tiene más de una lectura, pues implica la idea de seducción por parte del producto (el cava es seductor), así como por parte del que compra y bebe el Brut Barroco. El juego es doble: es el potencial seductor-comprador, o seductora-compradora, quien está siendo seducido/a por el anuncio y el producto (el seductor-seducido que no el burlador-burlado).

Otras palabras en la parte inferior del anuncio, aparte de las de la etiqueta en la botella que hacen reconocer el cava Brut Barroco, forman la frase en el lateral derecho que dice: ”Maravillosamente complejo.” Esta expresión también mantiene la dualidad. Por un lado alude a la bebida como algo que no es simple, sino de una complejidad especial o “maravillosa;” lo cual hace suponer que aquél que compra el cava y lo bebe es también “maravillosamente complejo.” De esta manera, el anuncio apela psicológicamente al posible comprador, insinuando la “superioridad” del que bebe Brut Barroco y está dispuesto a jugar el “juego de la seducción”. Lo lúdico se reconoce aquí también como parte del sentir barroco; el juego de las apariencias y del múltiple sentido de la conceptualización, así como de las imágenes, resulta ser una de las características barrocas que más explota el medio publicitario en general.

En su ensayo sobre el neobarroco, Vittoria Borsó observa que el neobarroco produce espacios híbridos y heterotópicos expresando uniones y rupturas de culturas y épocas. Esto conduce, según Borsó, a la desintegración del orden, a la preferencia por imágenes como las del río o el laberinto, y a confundir el presente con la escritura de la historia. También lleva, entre otras cosas, a una identidad que es diferencia, a una oposición que se vuelve ambigua, a una dependencia y supremacía que acaban invirtiéndose, y a la dialéctica entre el ser y el parecer (Borsó 1051). Todo lo cual, con variaciones, puede observarse en el ejemplo publicitario de Brut Barroco.

En cuanto a las imágenes superpuestas en la parte superior del cartel Brut Barroco, éstas aparecen en una especia de ‘collage’ (o desintegración del orden antes mencionada). En su estudio titulado “La imagen barroca,” Javier Portús presenta las que para él son las características más importantes de la pintura barroca: la potencia narrativa, un uso eficaz del color y sus posibilidades emotivas, la construcción de imágenes persuasivas, el dinamismo y la apertura de las composiciones, la variedad temática, y el lenguaje alegórico. Sin lugar a dudas, estas características describen las imágenes de nuestro ejemplo publicitario, cuya lista es extensa, variopinta y pluri-simbólica. Entre otras imágenes, en este anuncio se puede ver lo siguiente: un pavo real, tres mariposas, una boca entreabierta, dos globos rojos, un cupido lanzando la flecha del amor, un cohete espacial preparado para el lanzamiento, flores y plumas, un corazón hecho con rosas de las que caen los pétalos, fresas cortadas y sin cortar, dos máscaras de carnaval, la torre Eiffel, una ostra abierta que en lugar de perlas barrocas contiene caviar, una “montaña rusa” cuyos raíles dan vueltas y suben y bajan como laberinto o serpentinata, unos barcos veleros, una imagen barroca de la mitología griega (que parece el rapto de Venus), y un monumental edificio blanco con un letrero que dice “The Mirage,” o ‘el espejismo’ en inglés (en francés ‘espejismo’ o ‘ilusión’), con referencias a un oasis y/o a uno de los casinos de Las Vegas. Las imágenes parecen caóticas y desordenadas, expresan uniones y rupturas, y provienen de diferentes culturas y épocas. Su poder narrativo, así como su uso del color, variedad, y disparidad temática, pretenden la representación de lo barroco. Pero es un barroquismo con fines consumistas y capitalistas en vez de religiosos o monárquicos.

Otra característica barroca que predomina en este anuncio neobarroco es la del dinamismo, patente en la imagen de los barcos impulsados por el viento, el galopar de los caballos de la carroza mitológica, y el sube y baja de la montaña rusa con sus vueltas laberínticas en el aire. Estas imágenes colaboran a dar una impresión de movimiento y acción, y se encuentran situadas entre la botella de la parte inferior del cartel y los letreros de la parte superior.

El letrero que dice “El juego de la seducción” está superpuesto sobre una partitura musical, de tal manera que el anuncio alude a todos los sentidos: a la vista (imágenes y lectura), al oído (la música barroca), al olfato (las flores), al tacto (con los labios), y al gusto (fresas, ostras, caviar, y por supuesto el cava o producto a la venta). En su estudio de la imagen barroca, Javier Portús comenta la intencionalidad de “deslumbrar los sentidos mediante las proporciones colosales, el movimiento exacerbado y la alegoría” (346). Esto se produce en este anuncio publicitario, en el que parece sobreentenderse que la seducción lleva a un despertar erótico de los sentidos, casi afrodisíaco (ostras, fresas, caviar, etc.), que forma parte del juego. Otras imágenes alusivas son el cohete espacial o la torre Eiffel, ambas con connotaciones fálicas y proporciones colosales. El amor instantáneo y mítico de Cupido y el rapto de Venus, además de erótico, conllevan un mensaje mitológico.

Lo mitológico en el barroco suele adquirir un tratamiento especial. Genara Pulido Tirado describe “una caricaturización que viene dada por el uso irrespetuoso o heterodoxo de los personajes mitológicos, los cuales descienden a la vida cotidiana con todas sus miserias” (422), como un típico “contraste” barroco en que predomina la paradoja. También Helmut Hatzfeld habla sobre la “suprema amalgama paradójica” de lo racional y lo irracional en el barroco (151-175), que para Leo Spitzer compone los aspectos extremos y dualidades que caracterizan al barroco, como el sueño que se opone a la vida, o la máscara a la verdad. Esta paradoja entre lo real y lo deseado es también parte intrínseca de muchos mensajes publicitarios. Es la paradoja implícita en la venta de ilusiones (la publicidad), que en este caso queda también explícita en la imagen del Brut Barroco.

Este anuncio persigue y tiene un aire festivo difícil de ignorar, inclinándose hacia lo que Javier Portús describe como “la integración de las artes en una unidad de significación” (338) en el barroco y cuya mayor expresión sucede en la fiesta. Las celebraciones barrocas, históricamente, comenzaron siendo manifestaciones de la imposición del poder religioso, social, o político para acabar popularizándose y abarcando toda una multitud de significados. La polisemia es una de las características de lo barroco manifestada de pleno en la fiesta, en la cual todo puede llegar a tener otro significado o más de un significado. No se trata de un código cerrado, sino que según el contexto (ya sea en la fiesta, la pintura, la literatura, etc.) los objetos pueden cambiar de significado. Por ejemplo, en las expresiones del barroco histórico, un espejo podía ser vanidad o prudencia, un reloj el presente o la muerte, etc. Todo se prestaba entonces a varios niveles de significación, lo cual también se busca en muchos anuncios comerciales de hoy. Estos anuncios tienen su antecedente en la ya mencionada emblemática, un género que “aunaba palabra, imagen y posibilidad de interpretación simbólica de los objetos” que vivió “en el Barroco su gran época dorada” ( Portús 341), y que vive todavía en la publicidad y otros medios populares (ver Ndalianis y Domínguez Leiva).

En su ensayo titulado “New World Baroque, Neobaroque, Brut Barroco: Latin American Postcolonialism” (“Barroco del Nuevo Mundo, Neobarroco, Brut Barroco: Postcolonialismo Latinoamericano”), Lois Parkinson Zamora analiza el anuncio publicitario de Brut Barroco desde la perspectiva del Nuevo Mundo. Zamora menciona que el adjetivo ‘brut,’ además de su significado enológico de ‘seco’ para referirse a la bebida, fonéticamente se asimila a la palabra ‘bruto,’ de connotaciones tanto positivas como negativas. Zamora comenta que, según se emplee, la expresión ‘¡qué bruto!’ puede ser peyorativa o de admiración. Esta capacidad de contener asociaciones coexistentes y contradictorias (“coincidentia oppositorum”) que se produce en el término, permite a la autora teorizar y describir el barroquismo de la Ciudad de México. Con su análisis de este anuncio, Zamora desarrolla una teoría de ‘brut barroco’ como fenómeno que desciende o proviene del neobarroco y lo sobrepasa; ya que, al igual que el neobarroco, el brut barroco recicla el barroco histórico pero va más allá y recicla también el neobarroco; y al reciclar lo ya reciclado “redobla su energía paródica” (135). Según Zamora, en su reutilización del neobarroco, el brut barroco se coloca a otro nivel (a la enésima potencia), va más allá, y en la Ciudad de México marca las prácticas urbanas contemporáneas en que lo opuesto coincide.

Desde otro ángulo teórico, Miguel Romero Esteo, en su ensayo titulado “De lo barroco y lo metabarroco”, expone la idea de los opuestos que coinciden:

“en lo barroco (y en los barroquismos, y en lo abarrocado) lo lineal convive armónicamente con lo plurilineal, y lo convergente con lo divergente. Algo así como que lo clásico convive muy tranquilamente con lo transgresoramente anticlasicón. O el orden conviviendo con el desorden.” (1244)

Óscar Cornago Bernal también abarca estas dualidades formales: “el texto barroco no se reduce a un caos ajeno a toda formalización”, pues hay estructuras rígidas que producen la impresión del desorden y la “tensión característica entre unidad y dispersión” (1179). Ya sean rígidos o caóticos, la estructura barroca y su contenido tienen una relación estrecha de significación. Romero Esteo trata esa relación entre la forma y el fondo en el que la forma se convierte en el auténtico contenido y el fondo no es sino mero soporte de la forma, siendo así “el tal paradójico asunto de cuando la forma es el fondo.” Porque “El cómo es lo fundamental. Y el tal cómo pues nos remite a la forma” (1252). Estas ideas pueden aplicarse a la intencionalidad del medio publicitario, donde la presentación, o el cómo, es tan importante como el qué, ya que el anuncio también representa al producto, y a menudo se identifica con éste o llega a sustituirlo conceptualmente.

Así, la conciencia referencial típica del barroco y el neobarroco, hace que el medio de expresión pueda adquirir más importancia que lo que comunica, y esto resulta ser uno de los objetivos y atractivos de la publicidad del siglo XXI. Por eso, es posible concebir la creación artística como artilugio autorreferencial cuya producción implica una destrucción sincrónica dentro de un mecanismo de tensiones entre la dispersión y la unidad. Los elementos publicitarios pueden experimentar una reproducción a todos los niveles (fónico, léxico, sintáctico, semántico, etc.); y entablar una desestabilización y un acercamiento a la cultura de los extremos que permite la reivindicación positiva de algunos aspectos que antes se consideraban negativamente, como el caos, lo azaroso, o lo ininteligible. Este es el caso, por ejemplo, del anuncio del perfume que dice ¨Do the don´ts¨ o ¨haz lo que no se debe hacer¨, porque al usar el perfume el consumidor se malcria o se ¨mima¨a sí mismo ya que tal es el mandato publicitario ¨spoil yourself” (ver ilustración 2).

Otros anuncios reinterpretan directamente el arte barroco. La famosa joyería Tiffany, por ejemplo, usa una especie de ¨naturaleza muerta¨ o ¨semi-bodegón¨ para su publicidad (ver ilustración 3). En este anuncio se alude por medio de las palabras y visualmente (con los diseños y dibujos del cuaderno y otros pequeños utensilios) a la artesanía de las joyas que se venden; pero éstas no aparecen en el anuncio por ninguna parte. Por el contrario, la composición visual con sus diversos objetos como el cuaderno, el insecto o saltamontes, las gafas, el lapicero gastado, o la manzana mordisqueada, entre otros, representa una simplicidad artificial. En realidad, la acumulación de esos objetos parece evitar el vacio (horror vacui), y denota una gran complejidad semántica que, a pesar de todo, deja patente la ausencia de lo que se está vendiendo: las joyas de Tiffany & Co. Esta especie de bodegón o naturaleza muerta conlleva por ende reminiscencias de las pinturas barrocas cuyos bodegones representaban el status socio-económico del dueño, y que en muchas ocasiones jugaban con la técnica del trampantojo, o autorreferencialidad artística y alusión al engaño y la decepción (ver ilustración 4).

De la misma manera, en el anuncio de Tiffany & Co. los simples artilugios y objetos representados en la fotografía nos engañan, pues lo que en realidad se está vendiendo son joyas de lujo, artísticas y de alta calidad. Se observa entonces que ciertas narraciones fotográficas de bodegones, paisajes o retratos tienden a construirse con técnicas de composición neobarrocas. Además, las alusiones a obras del barroco histórico en anuncios publicitarios son ejemplos claros de autorreferencialidad; como en el caso de la publicidad de Dior, cuya imagen guarda cierta semejanza a la Venus del espejo de Diego Velázquez (ver ilustraciones 5 y 6), o en el anuncio de modas de los grandes almacenes El Corte Inglés que representa la reconfiguración modernizada de Las Meninas (ver ilustraciones 7 y 8).

La utilización de técnicas neobarrocas o brut-barrocas que se presenta en la acumulación de imágenes, ideas, asociaciones y disociaciones de éstos y otros anuncios publicitarios, siguen las pautas de varios teóricos del barroco. Según Irlemar Chiampi, para el escritor y teórico Severo Sarduy el barroco es “el modo de dinamizar estéticamente el amontonamiento inútil de los saberes acumulados” (93). Chiampi sigue las ideas de Enrico Mario Santí cuando declara que Sarduy produce belleza o placer con “la basura cultural, el repertorio obsoleto y desacreditado de leyes y premisas, el montón de restos y ruinas que la imaginación barroca convierte en metáforas, reciclándolo (cf. Santí, 1987: 155-156).” Ya Cornago Bernal en su ensayo sobre “El Barroco de la segunda mitad del siglo XX en España,” alude a que la evolución artística de este siglo trajo “poéticas que pueden ser calificadas de barrocas por el sentido dinámico, estructural y excesivo de sus planteamientos” (1192). Pero este autor no quiere que caigamos en el error de “olvidar la enorme distancia que separa nuestro presente del Seiscientos europeo, religioso y racionalista.” Pues, según él, “analizar la condición barroca del mundo actual obliga a una reformulación de dicho término desde el presente” (1193).

Esta reformulación no puede ignorar la importancia del campo publicitario en el devenir de la vida moderna. La industria publicitaria se auto-impone el mantenerse al día y estar al corriente de las nuevas ideas y formas de presentación. El lenguaje publicitario adopta y recicla constantemente muchas técnicas barrocas, consiguiendo resultados excelentes. El dinamismo, la ambigüedad, el juego, la persuasión, las composiciones abiertas, la diversidad temática, la alusión a los sentidos, el simbolismo, la paradoja, la fiesta, la polisemia, la importancia de la forma o continente tanto como la del concepto o contenido, la coincidencia de los opuestos, la exuberancia, la ilusión, la alusión, el engaño y el desengaño, etc.. son aspectos y técnicas barrocos que experimentan múltiples y exitosas aplicaciones en la publicidad comercial del siglo XXI. Lo neobarroco vende.

Treinta años de poesía argentina (Fragmento) - Hugo Mujica

El movimiento llamado neobarroco, que despunta en la década de los 80, deriva de la ebullición verbal del cubano José Lezama Lima, tan exuberante en su decir como en su contextura física. Severo Sarduy, otro cubano, configuró más que nada el aspecto teórico y, en Néstor Perlongher, el neobarroco se concreta “neobarroso”, se hace nuestro, se hace un barroco “cuerpo a tierra”, tierra de aquí.

Si el neobarroco o neobarroso tiene un lugar, una geografía, un topos, ése es el lenguaje, la palabra como carnadura; la palabra, diríamos, como el lugar donde, sin solemnidades pero con respeto por ella, volvemos a jugar, a ilusionarnos, a reír, no de ellas sino en ellas y con ellas. Palabras –fieles al barroco arquitectónico– sobrecargadas aunque no pesadas, se enredan entre ellas, bailan o marchan erráticamente, no van a ningún lugar, en ese juego llegan a sí, saltan o enhebran, es verdad que nos trascienden hacia ningún lugar, pero tampoco se detienen en ninguna fijeza, se coagulan en ninguna verdad, se cristalizan en ningún significado (...).

Si su filiación es, dijimos ya, caribeña, también trasuntan lecturas del psicoanálisis, así como aparecen vestigios de la incontinencia derridiana o del rizoma que nos dibujó Deleuze y que parece ser la figura que más roza esta estética, o la que esta estética del desplazamiento configura como movimiento (...).

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