viernes, 24 de septiembre de 2010

MANIERISMO. Literatura. - L. Núñez Ladeveze

Tendencia literaria, en cierto modo coincidente con el barroco (v.) tanto en tiempo, como en forma y actitud, que se caracteriza por un predominio formal exquisito, pulcro e intelectualista. El problema fundamental del m. reside en su diferenciación con el barroco, tema en el que el historiador y sociólogo de la literatura Arnold Hauser (v. o. c. en bibl.) ha hecho especial hincapié. El m. tiene también una expresión en las artes plásticas (v. I), que generalmente suele ser, al decir de Hauser, previa o anterior a las manifestaciones del m. literario.

Muchos historiadores no distinguen entre m. y barroco, o tratan el m. como un rasgo estilístico del barroco, o como una acentuación preciosista o decadente de aquél. Sin embargo, es posible establecer una diferencia no sólo formal, sino también intelectual entre ambas actitudes. «El barroco es una dirección emocional que apela a amplios estratos del público, mientras que el manierismo es un movimiento intelectualista y socialmente exclusivo». Esta es, según Hauser, la diferencia fundamental que permite distinguir con claridad una obra manierista de una barroca, o percibir el aspecto barroco del m. o el aspecto manierista del barroco, que, aunque puedan ostentar zonas de confluencia, de hecho no son coincidentes.

«Una obra manierista surge por la adición de elementos relativamente independientes, manteniendo su estructura atomizada, mientras que una obra barroca se impone siempre de alguna manera, un principio de unidad, y tiende a un efecto unitario» (Hauser). Así, pues, en contraste con la diversidad manierista, el barroco es unitario. Caracteres del m. son también el refinamiento del estilo, su reflexividad, el culturalismo y el preciosismo intelectual. Por el contrario, el barroco entraña cierto retorno a lo natural e instintivo y, por tanto, a lo normal. Así, «lo decisivo para la diferenciación es que en el barroco frente al manierismo hay que subrayar el desplazamiento de lo paradójico, complicado y refinado, es decir, de aquellas peculiaridades formales que derivan de la voluntad artística intelectiva y abstracta del manierismo». El elemento común al m., no sólo literario, sino en todas las artes es la confusión de lo real y lo irreal, la mezcla de un intelectualismo aparente y un irracionalismo especulativo. El m. se manifiesta como formalismo y metaforismo. Hace de la metáfora su nervio, pero una metáfora en cierto modo hueca, a la que convendría la fórmula de metáfora por la metáfora.

Parece que los representantes del m. serían el poeta italiano Marino (v.), el español Góngora (v.), el inglés Marlowe (v.) y el escritor francés Montaigne (v.). Hauser observa tendencias manieristas en Shakespeare (v.) y Cervantes (v.) y postula que la tradición manierista está íntimamente ligada a la herencia petrarquista. El tema del m. está también emparentado con el concepto de «decadencia», que tanta importancia y tantos debates ha provacado en los últimos años. El m. sería en cierto modo expresión de una decadencia cultural. El preciosismo y el gusto de la forma por la forma, el resalte de lo aparente, insinúan un gusto cuyo refinamiento se complace en ignorar su propia, pero inminente extinción.

De esta manera, el m. habría resucitado en las fórmulas vanguardistas de la literatura europea de los años 20 (V. VANGUARDISMO). A partir de Mallarmé (v.), Apollinaire (v.), Proust (v.) y Kafka (v.), se observa una complacencia cada vez más clara por la propia defectuosidad psíquica o somática. Lo monstruoso o lo anormal se recubren de un intelectualismo cultista, a veces amanerado y siempre tendente a imponer como norma estética lo informal, lo estrafalario o lo disidente. En el seno de este intelectualismo descansa un irracionalismo o, por lo menos, así lo han querido ver determinadas escuelas socioliterarias. En efecto, sobre estos criterios se ha elevado una polémica, según la cual, las corrientes de vanguardia deshumanizadoras del arte, por utilizar la expresión orteguiana, encubren un decadentismo irracionalista. Vanguardia sería entonces sinónimo de decadencia. El realismo socialista significaría, en este sentido, la antípoda del m. decadente europeo, esteticista e irracionalista. Tal crítica ha sido, no obstante, desvirtuada, tras haberse analizado el dogmatismo estético latente en el realismo socialista.

BIBL.: A. HAUSER, Literatura y manierismo, Madrid 1969; VARIOS, Estética y marxismo, Barcelona 1969; íD, La industria cultural, Madrid 1969.

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