jueves, 20 de septiembre de 2012

El neobarroco y el trópico - Alejandro Carpio



El barroco es un movimiento artístico del siglo XVII que se distingue por un estilo complicado y recargado de adornos. Varios artistas cubanos del siglo XX, admiradores del barroco europeo, se propusieron recuperar dicha estética, aunque actualizándola a la realidad del Caribe.

Aunque el neobarroco cubano se puede retrotraer a la obra de Alejo Carpentier (principalmente con Los pasos perdidos), sus representantes más evidentes son los cubanos Severo Sarduy y José Lezama Lima. Carpentier le aportó a la noción de barroco la siguiente observación: en Latinoamérica (y muy especialmente en el Caribe) hay un sincretismo de tradiciones y culturas profundo y enmarañado. Este sincretismo sienta las bases para entender el entorno como barroco. Con todo, como la estética literaria de Carpentier (aunque compleja) no es hermética, algunos críticos prefieren no enmarcar a este escritor en el movimiento neobarroco.

Lezama también reconoce la importancia de la hibridez cultural de América Latina en el desarrollo de un arte barroco en su libro La expresión americana. Si bien Lezama denominó “barroco” a un estilismo americano que viene desde hace siglos, dotó a su propia prosa de unas características particulares. Hipérboles, largas listas de elementos, juegos de palabras, innumerables referencias literarias y parodias son algunas de las complejidades retóricas que nutren la poética del autor. Su libro de poesía más importante es Muerte de Narciso (1937). Fue, no obstante, con la novela Paradiso (1966) que Lezama se convirtió en un referente imprescindible de las letras latinoamericanas del siglo XX. La novela causó controversia al momento de su publicación por el alto contenido sexual de algunos pasajes. Paradiso narra la historia de José Cemí, un joven que vive en la Cuba posrevolucionaria y va descubriendo que es homosexual. Lezama dejó sin terminar una segunda novela, Oppiano Licario, en la que continuaba igualmente su estética barroca.

Sarduy, por su parte, al estar muy vinculado a los círculos intelectuales de París, contribuyó a la estética barroca con varios principios de la semiología francesa en boga por un tiempo. Sarduy, partiendo desde las teorías del sicoanalista Jacques Lacan, reflexionó sobre la “erótica” de la literatura; esto es, que la sexualidad excesiva forma parte integral de la escritura neobarroca. Con esto, además, Sarduy quería expresar que el proceso de la lectura implicaba un placer relacionado con el erotismo. Esta idea es análoga a la de le plaisir du texte (el placer del texto), con la que el crítico Roland Barthes explicaba el proceso de la lectura. De hecho, Barthes utilizó la más famosa novela de Sarduy, De dónde son los cantantes (1967), para ilustrar su punto, así como Sarduy había hecho con la novela de su compatriota Lezama. En esta novela, precisamente, Sarduy exploraba distintos recursos para producir un texto exuberante y dificultoso que juega con el lenguaje. Con su segunda novela, Cobra (1972), el autor se sirve de la historia de dos travestis para jugar con las nociones de realidad y ficción.

Los tres autores cubanos señalados tuvieron una influencia muy grande en varias generaciones de escritores. Aunque sus admiradores hayan seguido rumbos diversos, está claro que la estética del neobarroco tuvo un peso considerable.

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