La antología Caribe Transplatino engloba poetas de Cuba, Argentina y
Uruguay. ¿Por qué apenas estos tres países?
Más que una antología, Caribe
Transplatino intenta una cartografía que pretende describir un movimiento de la
literatura hispanoamericana. Ese movimiento, que es la resurrección del
barroco, se origina en Cuba, con la gran figura de Lezama Lima, que es absolutamente
singular y no tiene relación directa con nada de lo que se estuviera
escribiendo anteriormente. Pero, de algún modo, toda la literatura caribeña o
cubana, y toda la literatura centroamericana, ofrecen ciertos puntos de
contigüidad con una tradición muy próxima al barroco. En Cuba habría cierta
contigüidad que podría de alguna manera explicar esa nueva irrupción del
barroco, mientras que en el Río de la Plata se parte de una tradición literaria
que le es completamente hostil. Jorge Luis Borges descalificaba al barroco
diciendo que es el último grado de un género en decadencia. Entonces, es
interesante que, a contramano de una tradición realista, de una tradición
intelectualista, el barroco llegue al Río de la Plata y exista una resurrección
barroca también en la Argentina y el Uruguay.
En el prólogo al libro escribís que el barroco y el neobarroco se
caracterizan por una furia anti-occidental. ¿Cómo es eso?
El barroco es anti-occidental,
básicamente, porque no tiene que ver con una tradición, digamos, racionalista,
sino con una corriente más oracular. Por lo menos este neobarroco
contemporáneo. Para Lezama el barroco es casi una religión.
Pero él tiene un fuerte sentido constructivista en el trabajo con el
lenguaje, ¿no te parece?
No diría constructivista. Él
practica una extrema tensión de la sintaxis. Es extremadamente riguroso. Pero
mantiene la sintaxis, lo cual no es algo propiamente constructivista. Cuanto
mayor la fuerza invocada, más rigor en el trabajo de la forma. Porque de otra
manera recaeríamos en un dadaísmo. Hay una cosa interesante: en la literatura
hispanoamericana el neobarroco se sustenta sobre una tradición de tipo
surrealista, sobre una práctica surrealista. En el propio Lezama aparece eso.
El surrealismo sí fue un movimiento que afectó mucho a toda la literatura
hispanoamericana, incluyendo la argentina.
Hay una gran polémica en Brasil
con el surrealismo. Poetas constructivistas afirman que el surrealismo no llega
a operar una rebelión de lenguaje, que sería lo esencial.
Cuando decís constructivistas, ¿estás referiéndote a los concretistas?
Sí. A la poesía concreta.
¿Cómo es esa posición?
El anhelo del surrealismo de
rebelarse contra aquel cartesianismo castrador, no se efectivizaría en el plano
del lenguaje. Éste mantendría todavía una sintaxis, digamos, convencional.
Bueno, es verdad que el
surrealismo y en general toda la poética hispanoamericana, de alguna manera,
mantienen la sintaxis. Ahora: una sintaxis completamente revolucionaria,
completamente revirada. Es verdad también que el experimentalismo del tipo que
llamás constructivista, que tiene que ver con la poesía concretista, nunca
entró con mucha fuerza en la Argentina. Pero creo que hay un punto de
encuentro. El neobarroco tiene una ligazón con las vanguardias pero una ligazón
que no es programática. Por eso vas a encontrar en Caribe Transplatino poetas
muy diferentes. Pero lo que tienen en común es cierta contorsión y cierta
creencia en la materialidad del lenguaje.
¿En eso se toca con la poesía concreta?
Pienso que el concretismo como
proyecto terminó. El propio Haroldo de Campos, con el libro Galáxias, deriva
hacia una estética barroca.
Pero dificílmente Haroldo de Campos apuntaría influencias surrealistas
en Galáxias, de la manera como vos apuntás influencias surrealistas sobre el
neobarroco.
Bueno, el barroco áureo, el
barroco del Siglo de Oro, tiene una característica: se monta sobre un estilo
anterior. Eso dice Severo Sarduy: donde había una metáfora renacentista, el
barroco va a elevar esa metáfora al cuadrado. Entonces hace metáfora de la
metáfora. Lo que importa de esto es que el barroco siempre se monta sobre un
estilo anterior. Y lo enloquece. Lo lleva a un grado de radicalidad tal que la
relación con el referente pasa a ser completamente secundaria. En el caso del
barroco contemporáneo el procedimiento del montaje es parecido. Pero la gran
diferencia es que nosotros no tenemos un estilo homogéneo en la escritura. Lo
que hay, más que una escuela barroca, es una tendencia a la barroquización en
las escrituras hispanoamericanas, que incluye al Brasil, yo creo; si bien en el
Brasil ese movimiento de barroquización todavía es muy vago. Es el caso de
Galáxias, que viene después de toda una serie de experimentos con el lenguaje,
que tiende hacia un lenguaje, digamos, más austero. De alguna manera es una
explosión que tiene todo que ver con el barroco. Los últimos textos críticos de
Haroldo de Campos reivindican el barroco. Lo que yo puedo decir es que, para
mí, la lectura de Galáxias fue una experiencia extremadamente enriquecedora y
marcante, decisiva. Tuvo una influencia sobre mí. Arturo Carrera también
reconoce esa influencia.
Decías que en el Brasil esa tendencia a la barroquización de la
escritura todavía está sucediendo en forma muy vaga. ¿No existirían
características culturales e incluso lingüísticas que tornarían la lengua
española más permeable a ese tipo de experiencia, de tal modo que explicasen,
de alguna manera, el hecho de que el barroco haya entrado con más intensidad en
la lengua española que en la portuguesa?
Sí, es verdad, el barroco entró
muy profundamente en la lengua española, a pesar de que fue soterrado durante
doscientos años. A pesar de eso, se mantuvo una tradición barroca al interior
de la lengua. Cuando llegué al Brasil percibí que el estilo de escritura
brasileño, escritura de periódico, es un poco escolar. Y en los países
hispanoamericanos existe una tradición de hacer juegos de subordinadas que
cualquiera hace. Intenté hacer eso aquí con mi portuñol y las personas lo
encontraban extraño, no les gustaba. Entonces, digamos que la tradición barroca
está mucho más viva y mucho más fuerte en español que en portugués. Lo que no
quiere decir que no se pueda hacer barroco en portugués. En ese sentido la
traducción de Paradiso, de Lezama Lima, hecha por Josely Vianna Baptista, es
absolutamente admirable. Porque es casi un trabajo de tesis. Ella muestra que
ese portugués escolar no es obligatorio. Que se puede escribir portugués de una
otra manera y que es maravilloso también.
Las vanguardias de comienzos del siglo abrieron un verdadero fuego
cruzado contra la escritura realista. El neobarroco también pareciera
participar en ese frente, como una fase posterior. Me gustaría que explicases
el motivo de ese combate contra el tipo de escritura linear y realista.
Llega un momento en que el
lenguaje se torna tan cristalizado que no se dice nada más. No puede pasar nada
más, ninguna fuerza, ninguna intensidad, ninguna expresividad por el lenguaje.
Gilles Deleuze dice que los signos pueden funcionar como una máquina de
sobrecodificación. O sea: se tendría un lenguaje tan codificado, tan
organizado, que acabaría funcionando de una manera castradora. Todos esos
experimentos con el lenguaje, al contrario, intentan devolver a la lengua la
expresión de su carácter de máquina de mutación. Y hacer pasar otros sentidos,
otras intensidades, otras sensaciones. ¿Entendés por qué no podemos sujetarnos
a ese tipo de dictadura de la lengua? Además, todos los estilos cuando llegan a
un estado dictatorial se tornan horribles. Con el borgismo está sucediendo eso.
Borges fue extraordinario en cuanto tal. Cuando todo el país escribe a la
manera de Borges, no se dice nada más.
El realismo se funda en la idea de que la palabra refleja la realidad.
¿En este punto está el equívoco?
Claro, claro, exactamente. Hay
una cuestión también muy interesante, que es el barroco versus el romanticismo,
que pasa no solamente por el estilo sino por la función del sujeto, del yo. En
el romanticismo existe siempre una confesión. Hay una fuga, una salida de sí,
relativa, que es una salida apasionada. Es inspirado porque hay una pasión por
un otro, siempre hay un tú. Pero antes de un tú hay un yo inmenso en el
romanticismo. Es la literatura de la confesión. Mientras que el barroco es la
literatura de la confusión. En el barroco es la contigüidad de las palabras la
que crea el zumo. El yo no existe. No hay una mediación entre el sujeto y el
mundo. El sujeto está en contacto directo con el mundo. Es interesante esta
cuestión de la confusión porque, de repente, ciertas sonoridades, ciertas
proximidades entre las palabras, en el barroco, asumen una dimensión central.
¿El barroco no reivindica la tarea de retratar la realidad?
Retratar no tiene nada que ver
con el barroco. El barroco no pretende representar, sino presentar. El barroco
no va a hablar de amor, va a hacer el amor en el poema mismo. Por ejemplo, el
amor atraviesa ciertas sonoridades hechas de susurros, gemidos, voces, una
expresión casi corporal.
¿La sensualidad y el erotismo son bien marcantes en el barroco?
Sí, pero hay una sensualidad del
referente y una sensualidad del propio trabajo de superficie de las formas.
Deleuze diría que el elemento poético esencial del barroco es el pliegue. El
barroco es un viaje que intenta dar forma al éxtasis. El Brasil es un país del
éxtasis, del trance. Ahora, parece que cuando llega la hora de escribir, es
diferente, escribir se vuelve una actividad de profesores, se vuelve serio.
¿Cómo encarás la cuestión del éxtasis en el Brasil en relación a las
vanguardias?
No soy un especialista en eso
para poder responder. Diría, por ejemplo, que esa dimensión del éxtasis está
presente, con certeza, en Galáxias. Lo que yo siento es que el éxtasis en el
Brasil, aparentemente, no pasa por la escritura.
¿Por dónde pasa?
Por el candomblé, por ejemplo.
Otra tradición que se popularizó y arraigó bastante, especialmente en
la lengua española, en Hispanoamérica, es el realismo fantástico. ¿Cómo se
sitúa el neobarroco en relación a este tipo de escritura?
En contra. Del otro lado.
¿Por qué?
Porque si hay un realismo con el
cual el barroco puede tener algún punto de contacto es el realismo alucinante,
donde no se trata de realizar una fantasía sino de hacer que el elemento
alucinatorio se monte a una narrativa realista. Mientras que el realismo
maravilloso es un realismo tropical, un realismo con un poquito de follaje. El
barroco es poético. El lugar ideal del barroco es la poética. Hay una polémica
en relación a Paradiso. Algunos novelistas serios decían: “bueno, todo bien,
maravilloso, pero no es novela”. Claro que no es novela en el sentido
convencional. Las estructuras son poéticas. Lezama se permite hacer un nexo
entre los párrafos que ningún novelista haría. Es completamente antiestilístico
desde el punto de vista de la novela. Pero desde el punto de vista poético
tiene todo que ver. Todas esas poéticas neobarrocas son muy sofisticadas,
llevan el nivel de exigencia de la lengua hasta un extremo en que, de repente,
muchas cosas quedan como desestabilizadas.
¿Un trabajo subversivo?
Sí. Ahora, una subversión que no
es dadaísta. Una subversión que constituye su propio plano de expresión y su
propio plano de consistencia. No es subversión por la subversión, ni es
perversión. No se trata de eso. Esa emergencia barroca ya es como un grado de
adultez, ya traspasó la subversión. Ya es una literatura que dio un salto
adelante en relación a otros sistemas de codificación y que construyó sus
propios referentes. La subversión, la perversión, siempre están referidas a una
otra cosa. El barroco ya es autónomo. Él es su propia referencia. El barroco
construyó una otra realidad, más radicalmente. Por eso es subversión. Pero su
intención va mucho más allá. Inaugura otra época y otra realidad.
[Publicada inicialmente en Nicolau, Curitiba, abril de 1993, con el
título de “Estação néon barroca”, pero realizada en junio de 1990, en ocasión
del lanzamiento de la antología Caribe Transplatino en el Brasil (editora
Iluminuras), organizada por Néstor Perlongher y traducida por Josely Vianna
Baptista. Fue revisada por Ademir Assunção especialmente para esta edición y
traducida por Reynaldo Jiménez.]
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