Las ruinas de un templo en ruinas
Las obras del artista
estadounidense esbozan una técnica meticulosa mediante la cual el artista
recolecta, ensambla, recrea y manipula innumerables piezas y fragmentos para
cohesionarlos en un marco que intenta proyectar alegóricamente el principio y
el final de las civilizaciones.
Prolegómeno
En las últimas dos décadas el
arte fantástico ha experimentado una revitalización incipiente con la
celebración de exposiciones en diferentes museos y en galerías internacionales,
la publicación de revistas y la instalación de centros artísticos que están
surgiendo como abanderados del movimiento, entre los que destacan el Museo
Ernst Fuchs de Viena, Austria, y el Museo H.R. Giger en Gruyeres, Suiza. En Los
Ángeles, la Galería Morpheus International, especializada en el género, celebra
exposiciones y dedica libros a los artistas del fantástico contemporáneo.
Existe una importante base de datos que se halla en proceso de creación llamada
Centro del Arte Fantástico (Fantastic Art Centre) y que está ligada a un
importante proyecto de investigación llevado a cabo por Christian De Boeck que
trata de crear una red de colaboración y difusión de los artistas fantásticos.
Uno de los momentos de mayor
proliferación de estas corrientes coincidió con el desarrollo del surrealismo
en la primera mitad de siglo XX con figuras como Salvador Dalí y Max Ernst.
Tras el dominio de la pintura abstracta el puente con la segunda mitad de siglo
lo tendieron los representantes de la Escuela Vienesa del Realismo Fantástico,
encabezados por Ernst Fuchs, pintor muy influyente en la nueva generación de
creadores fantásticos. Algunos de los máximos representantes de esta nueva
generación, como Mati Klarwein, Giger o Bob Venosa fueron influidos
decisivamente en sus respectivos estilos por Fuchs.
El realismo fantástico es un
movimiento artístico que se ha venido manifestando desde hace siglos. La
pinturas de Hieronymus Bosch, mejor conocido como El Bosco, podrían ser
consideradas precursoras de las diversas corrientes. Estas tendencias agrupan
igualmente a artistas como Pieter Bruegel y Giuseppe Arcimboldo.
Para la bibliografía sobre el
tema destaca el libro Art Fantastique, de Marcel Brion, que permite
sistematizar los temas principales y valorar el conjunto de aportaciones y
representantes más destacados. Abundan en él las obras con componentes
fantásticos, motivos insólitos y las mitologías individuales de muchos
creadores. De cualquier forma, el término arte fantástico permanece aún sin una
definición precisa, por ello es frecuente la confusión con la ilustración de
ciencia ficción o con el surrealismo, puesto que ambas tendencias confieren un
valor destacado a la fantasía desprendida de los sueños y la imaginación.
Lo cierto es que en la línea
global del arte fantástico puede incluirse aspectos de corrientes como el
simbolismo, el modernismo, el surrealismo o la pintura metafísica. Se trata,
pues, de una constante histórica que atraviesa diferentes países y épocas. El
arte religioso renacentista, por ejemplo, se nutrió con frecuencia de los
aspectos fantásticos del terror utilizándolos como métodos represivos y
moralizantes.
El arte fantástico contemporáneo
ha ampliado su territorio y sus fronteras se interrelacionan con el
neosurrealismo y con la ciencia ficción. En la actualidad hay claras muestras
de un retorno a la figuración como tendencia dominante en el mundo del arte.
Esto se debe, quizá, a un cansancio generalizado por la abstracción, así como
al desarrollo de las tecnologías digitales, la realidad virtual y el nuevo cine
de Hollywood.
Según el artista y crítico
Vincent Di Fate, Giger y Syd Mead (el artista conceptual de Blade Runner)
redibujaron por completo la imaginería moderna de ciencia ficción. En el caso
de Giger sus diseños del monstruo de Alien han sido tomados como referencia a
la hora de pintar nuevas criaturas y sus figuras han sido imitadas
constantemente por otros creadores. Los artistas adscritos al fantástico habían
tenido muy poco reconocimiento hasta la irrupción de Star Wars (George Lucas,
1977), cuando diseñadores e ilustradores que colaboraron en la película como
Ralph McQuarrie cobraron un claro protagonismo.
El caso de Kris Kuksi
“Una fusión de antiguas y nuevas
cualidades dentro de los campos del diseño y la arquitectura, así como el
constante movimiento del tiempo. Emoción e intriga que simultáneamente están
atrapadas en el silencio”. De esta manera sumariza el artista estadounidense
Kris Kuksi el universo estético que rodea su trabajo artístico.
Nacido en marzo de 1973 en
Springfield, Missouri, y criado en un pueblo de Kansas, Kris Kuksi pasó gran
parte de su juventud en relativo aislamiento. Los primeros años de su vida
transcurrieron al lado de sus dos hermanos mayores, su madre, obrera, y un
padre ausente. La vida rural de la pradera y un padrastro alcohólico marcaron
el camino de un individuo con una imaginación a la vez portentosa e
introvertida. Su propensión a lo inusual ha sido un rasgo constante desde la
infancia, una ininterrumpida fascinación que ha dado brote en la adultez a
través de un arte que, entre otras cosas, presume un sello esencialmente
macabro. Lo grotesco para Kuksi es hermoso.
Lo cierto es que el arte de Kuksi
es reflejo no sólo de su mente, también lo es de su tiempo. ¿Cómo es que una
sociedad se allega a lo monstruoso? ¿Por qué nos gusta lo grotesco, lo informe,
lo disfórico? Aquí parece haber por lo menos una neutralización de las normas,
pero en muchos casos también una inversión de estas mismas normas encargadas de
homologar las categorías de valor. Es en el marco de este contexto emergente
donde, desde el punto de vista morfológico, lo deforme se ha ido volviendo
conforme; y desde el punto de vista estético, lo feo ha usurpado el lugar de lo
bello. Forzando un poco esas homologaciones, podríamos incluso afirmar que la
crisis mundial de las religiones ha originado que en el plano moral/ético lo
malo paulatinamente ha ido tomando el lugar de lo bueno. La variación
combinatoria de estas homologaciones también es cada vez más frecuente en los
terrenos de las industrias culturales: lo feo es bueno (X-Men), lo bello es
malo (femme fatale), lo deforme es bello (Dali, Picasso), etcétera. En este
contexto de anulación/inversión de las normas de homologación es donde la obra
de Kuksi se vuelve relevante.
Kuksi ha ido ganando
reconocimiento por lo intrincado de sus esculturas. Las obras del
estadounidense esbozan una técnica meticulosa mediante la cual el artista
recolecta, ensambla, recrea y manipula innumerables piezas y fragmentos para
cohesionarlos en un marco que intenta proyectar alegóricamente el principio y
el final de las civilizaciones. “Todo lo que sea utilizable y que derive de la
producción masiva de nuestro mundo prefabricado: miniaturas de plástico,
baratijas decorativas, marcos y estatuillas”, escribe Kuksi en respuesta a las
preguntas que le he realizado a través de su correo electrónico. La
multirreferencialidad simbólica produce un efecto atemporal en donde dioses y
diosas lanzan un desafío casi insultante a la moralidad que tradicionalmente
han representado en sus respectivos dogmas religiosos.
A través de un complejo pastiche
barroco, Kuksi extiende los tentáculos críticos. Su arte está comprometido con
la sátira más corrosiva, pero también con la fórmula más eficaz para la
difusión cultural contemporánea: el espectáculo icónico de los monstruos que
nutren la psique posmoderna. Ciertamente, un montaje infalible.
“Históricamente, el barroco ha
implicado una absorción del individuo en el conjunto”, escribe Kuksi, y añade:
“podemos pensar que un rasgo esencial de lo barroco—concebido a partir del
Barroco histórico— es el despliegue de un impulso unificador, donde las formas
individuales son necesariamente convocadas en su multiplicidad sólopara
testimoniar su pertenencia y sujeción a un orden totalizador; implica así el
intento de una cultura por ensancharse a sí misma y establecer un marco que
unifique fuerzas y elementos disímbolos y, en muchos casos, contrapuestos”.
No es casualidad que el pastiche
neobarroco se posicione como una tendencia sólida en el ámbito de la creación
artística contemporánea. El Barroco es un periodo de cierre, un tiempo en el
que se apura la síntesis dentro de un marco en decadencia; son las postrimerías
de una cosmovisión (weltanschauung) que está a punto de despedirse y que lo
hace, según el signo barroco, de una manera ostentosa.
Periodo de nuevos modelos al
tiempo que de síntesis hipertróficas, el Barroco es sobre todo época de
fragmentación y debilitamiento. Podríamos considerarlo como el momento de
cierre de grandes paradigmas totalizadores y, en general, de las grandes
construcciones intelectuales del saber. Las grietas de la avejentada
cosmovisión comienzan a extenderse hasta su ruptura definitiva.
El simbolismo en la obra de Kuksi
constituye un instrumento de conocimiento, un método de expresión mediante el
cual ciertos aspectos de la realidad son revelados. La alusión a lo fantástico
le permite enfatizar ciertos aspectos de la realidad que escapan a otros modos
de expresión. Kuksi se apropia de un amplio corpus simbólico para transmitir
sus ideas y preocupaciones. Echa mano de una simbología personal que está
permanentemente al servicio de su creación.
El resultado es un denso universo
de figuras donde “presente, pasado y futuro se fusionan para formar una
composición armónica y balanceada. Esta mezcla se relaciona posteriormente con
un espectro conceptual más amplio: la relación que media entre nuestra cultura
y nuestra historia”, afirma el artista estadounidense.
La alegoría neobarroca de las
esculturas de Kris Kuksi está marcada por el espíritu arqueológico de una época
moribunda. La conciencia histórica, así como el instinto de supervivencia
ejercen una presión hacia el pasado. En realidad, la arqueología no es sólo un
intento de rescate de lo precedente, sino también un intento de exorcismo del
presente, un consuelo hallado en la idea de que los huesos del pasado descansan
tranquilos en su sitio, no como sombras o fantasmas amenazadores, sino como
objetos superados y reconocibles; siempre a la disposición en el desván de la
memoria histórica.
El Barroco es quererlo todo y
desangrarse en la herida de los opuestos. Es la mirada vacía y nostálgica del
alma occidental y su fallido despliegue. El templo se resquebraja por todas partes
y la voluntad vacila sobre qué salvar (perder una parte es perder el todo y
perderse a sí mismos). El arte de Kuksi apela a esa colección de escombros
(ruinas de un templo de ruinas), ofrece una imagen donde el hombre, absurda y
barrocamente llamado posmoderno, parece querer replantear la figura rota de sí
mismo.
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