domingo, 31 de marzo de 2013

El Neobarroco - Las letras en la América Hispana



La narrativa americana contemporánea se inscribe dentro de los parámetros estéticos de un movimiento literario, denominado Neobarroco, por las evidentes correspondencias que revela con el cuasi homónimo español del siglo XVII.
Como su precedente hispánico, el Neobarroco se caracteriza por el exceso y la artificiosidad de los recursos estéticos utilizados. Artificiosidad que consiste, principalmente, en la extrema distancia existente entre el plano real y el plano evocado de la metáfora. Esa distancia de por sí lleva a la desmesura, a la hipérbole, otra de las características barrocas.
Varios son los procedimientos lingüísticos utilizados para lograr esa desmesura artificiosa.
• La sustitución consiste en emplear un vocablo en lugar de otro, alejado semánticamente del primero, pero inteligible en ese contexto. Así, por ejemplo, Alejo Carpentier dice en Los pasos perdidos, para referirse a la cordillera de los Andes:
Estábamos sobre el espinazo de las Indias fabulosas, sobre una de sus vértebras.
• La proliferación también es una sustitución, pero por una cadena de vocablos enhebrados enumerativamente, hasta describir una órbita alrededor del significante originario. Ejemplo:
La selva era el mundo de la mentira, de la trampa, del falso semblante; ahí todo era disfraz, estratagema, juego de apariencias, metamorfosis, (Alejo Carpentier, Los pasos perdidos )
• La condensación se produce por la creación de un nuevo vocablo a partir de dos conocidos, cuyos significados reúne. Así Carpentier escribe en la novela ya citada: ... en cuyos balcones dormitaban loros "plumiparados" ... Daban ganas de darles nombres (a las máquinas] que fuesen buenos para demonios me divertía en llamarlas "Flacocuervo", "Buitrehierro", o "Maltridente" .
• La parodia: como en el Barroco hispánico del Siglo de Oro, el texto neobarroco hispanoamericano requiere una "lectura de filigrana" para advertir el real significado subyacente. Es que el narrador contemporáneo escribe entrelazando textos de escritores anteriores a él. Así, su estilo semeja una red, tejida a manera de "collage", con fragmentos, expresiones o personajes literarios. Como ejemplo cabe citar el famosísimo Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, en cuya trama se entrelazan: una frase de Juan Rulfo, un personaje de Carpentier (Victor Hugues, de El siglo de las luces), otro de Cortázar (Rocamadour, de Rayuela) y otro de Carlos Fuentes (Artemio Cruz, de La muerte de Artemio Cruz). Este procedimiento expresivo, o intertextualidad, coadyuva a marcar el carácter paródico de la literatura neobarroca.
Algo similar ocurre con la intratextualidad. Según este procedimiento paródico, adquieren relevancia ciertos fonemas, cuya disposición produce distintos "juegos" fonéticos. Ellos son:
el anagrama, que consiste en la transposición de las letras de una palabra o frase, para formar un nuevo vocablo; el caligrama, que denomina al dibujo representativo de un objeto o un animal, cuyos límites están llenados por palabras; la aliteración en todas sus formas.
El objetivo humorístico de estos procedimientos acentúa el aspecto irónico de las obras literarias.
El uso de estos recursos lingüísticos subraya la característica superabundancia del Neobarroco, hiperbólico y artificioso en demasía. Así, Cabrera Infante visualiza la pequeñez de su personaje mediante un recurso tipográfico:
y el dueño se achicó, si es que podía hacerla todavía y
fue el hombre increíblemente encogido, pulgarcito
o meñique, el genio de la botella al revés y
se fue haciendo más y más chico,
pequeño, pequeñito, chirriquitico,
hasta que desapareció por
un agujero de ratones al
fondo - fondo - fondo,
un hoyo que empezaba con
o

Fuente: Las letras en la América Hispana
Editorial Estrada,
Buenos Aires, 1994

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