.......... Nace en Santiago a
mediados de la década del ´50..Pedro Lemebel es escritor, artista visual y
cronista, y cada fase (o actuación) de su identidad creadora (o performativa)
está trazada sobre el paisaje de la cultura chilena de la resistencia desde una
distinta transformación vital suya. Como Pedro Mardones (su nombre paterno)
había obtenido el primer premio del Concurso nacional de cuento Javier Carrera
en 1982, y su primer libro de relatos, Los incontables, es de 1986. En una
entrevista, ha reconstruído esa primera transformación: "El Lemebel es un
gesto de alianza con lo femenino, inscribir un apellido materno, reconocer a mi
madre huacha desde la ilegalidad homosexual y travesti (1997).
.......... La transitoriedad del
género como protocolo discursivo subrayará, como un flujo de investigación
poética, la otra escena, la del género como sexualidad transgenérica, fluída y
antiprotocolar. En efecto, en los años 80, cuando la literatura había sido
marginalizada por los aparatos de la dictadura (un período que según Carmen
Berenguer hace volver a la palabra oral, al recital, a los nuevos recintos de
una comunicación posible), Pedro Lemebel y Francisco Casas fundan el colectivo
de arte "Yeguas del Apocalipsis" (1987). En una actividad que fue a
la vez paródica y sediciosa, estos escritores convertidos en actores de su
propio texto, en agentes de una textualidad en devenir (ni dada ni por hacerse,
pura transición burlesca), desencadenaron desde los márgenes (desde la
homosexualidad pero también desde el bochorno irreverente) una interrupción de
los discursos institucionales, un breve escándalo público en el umbral de la
política y las artes de lo nuevo. Su trabajo cruzó la performance, el
travestismo, la fotografía, el video y la instalación; pero también los
reclamos de la memoria, los derechos humanos y la sexualidad, asi como la
demanda de un lugar en el diálogo por la democracia. "Quizás esa primera
experimentación con la plástica, la acción de arte...fue decisiva en la mudanza
del cuento a la crónica. Es posible que esa exposición corporal en un marco
político fuera evaporando la receta genérica del cuento...el intemporal cuento
se hizo urgencia crónica...," recuenta Lemebel. Entre 1987 y 1995,
"Yeguas del Apocalipsis" realizaron por lo menos quince eventos
públicos. Ese último año, Lemebel publica su primer libro de crónicas, La
esquina es mi corazón.
.......... Esta nueva
transformación del artista/escritor no será, sin embargo, un mero proceso de
alguien en busca de su mejor expresión o su voz más personal. Esa mitología
lírica no se aviene con el caso de una figura hecha en cada instancia de su
actuación tanto por su medio como por su público. Lemebel ha radicalizado la
"metamorfosis" del artista romántico en el "travestismo" de
identidades del artista postmoderno. Por lo mismo, no nos extraña ya que el
deslumbrante barroquismo del hombre de la esquina roja (el paseante de paseo
escandilazado) se transfigure, en su siguiente libro, Loco afán, Crónicas del
Sidario (1996), en un relato ensayístico crítico y festivo, entre la anotación
de filósofo volteriano (Pedro por su casa) y el humor carnavalesco que no deja
piedra sobre piedra (Pedro desfundante). En ese proceso performativo de la
escritura intersticial (hecha entre géneros, entre medios, entre públicos) las
crónicas más recientes de Lemebel están dictadas por el tiempo y la voz
suscintas de la radio (tiene a su cargo el programa de crónicas
"Cancionero" en Radio Tierra).
.......... Lo más patente es el
caracter postmoderno del quehacer (o quedeshacer) de Pedro Lemebel, empezando
por su radical cuestionamiento de la sociedad neoliberal, donde se reproduce
una ideología represiva; y siguiendo con su práctica desbasadora de los
dualismos estructurantes de la normalidad excluyente. Pero lo más original de
su trabajo está en la vehemencia de su ejercicio de la diferencia. Esto es, en
su formidable capacidad y talento para generar la hibridez. Quizá el
travestismo que baraja identidades operativas, el carnaval que canjea
escenarios equivalentes, los géneros que se ceden la palabra gozosa, la
performance que es una ocupación de espacios monológicos y la sexualidad
espectacular que no se ahorra ninguno de sus nombres, se configuran en esa
hibridez, que es el eje de la escritura misma. Un escritura de registro tan
metafórico como literal, tan hiperbólico como social, y cuya fusión (o
fruición) es de una aguda poética emotiva. Guadalupe Santa Cruz ha dicho que
Lemebel escribe con "la espléndida tinta de la mala leche." Escribe
con desamparada ternura; o sea, con minuciosa ferocidad.
.......... Lo notorio de esta
escritura es el barroquismo. O su variante lúdica, que Severo Sarduy llamaba,
con autoironía, lo pompeyano. Porque se trata aquí no de un barroco de la
proliferación de lo inmanente, donde el objeto es generador de la abundancia;
sino de una gestualidad barroquizante, cuya traza viene y va de la oralidad. El
barroco es, por ello, la forma elocuente del coloquio, como si la realidad sólo
pudiese ser comunicada en su reelaboración, ligeramente absurda o cómica, vista
con la distancia irónica que merecen los espectáculos de íntima discordia.
Aunque Lemebel ha dicho que detesta a los profesores de filosofía ("Me
cargaba su postura doctrinaria sobre el saber, sobre los rotos, los indios, los
pobres, las locas"), la conversación a que nos concita no está exenta del
filosofar de la época, hecho desde las afueras, en los límites institucionales;
en ese "borde con encaje," que reconoce como la cornisa de su arte.
.......... Foucault anota en su
Historia de la sexualidad que un interlocutor le protesta a Sócrates traer a la
conversación ejemplos extremos. Aún más extremado, Lemebel podría haberle
provisto a Foucault de mejores ejemplos sobre la indiferenciación genérica, que
ya entretuvo a Lezama Lima en su Paradiso a propósito de la androginia original
platónica. Ejemplos que, en el barroquismo reflexivo y el sincretismo oral del
chileno, desafían a la taxonomía sexual; ya que en estas crónicas
des-urbanizadoras se nos habla de locas, colizas, maricas, maricones, homosexuales,
transgenéricos, travestis, pero todos ellos/ellas son equivalentes en la
nomenclatura "gay," la que rehúsa la normatividad modernamente
impuesta como diferenciación sexual.
.......... Pero lejos de
cualquier complacencia en la generalización de las diferencias (que las
convierte en mera acusación, por ejemplo, en las por otra parte estremecedoras
memorias póstumas de Reinaldo Arenas), Lemebel desarrolla en su barroquismo de
sobretono popular una certera resistencia al rigor taxonómico, que así como
cartografía el espacio de la sexualidad, busca imponer un lenguaje de la
contabilidad. En la crónica chilena del fin de siglo, este filósofo natural nos
dice que las estadísticas son otro lenguaje de la burguesía modélica, del
capitalismo como programa único y del triunfalismo economicista. Ese discurso
es una ocupación y un vaciado del futuro; o sea, una negación de los más
jóvenes, de los muchachos pobres que recorren la esquina: "Herencia
neoliberal o futuro despegue capitalista en la economía de esta
"demosgracia." Un futuro inalcanzable para estos chicos...Por cierto
irrecuperables, por cierto hacinados en el lumperío crepuscular del
modernismo... Oscurecidos para violar, robar, colgar si ya no se tiene nada que
perder y cualquier día lo encontrarán con el costillar al aire... Nublado
futuro para estos chicos expuestos al crimen, como desecho sudamericano que no
alcanzó a tener un pasar digno. Irremediablemente perdidos en el itinerario
apocalíptico..."("La esquina es mi corazón").
.......... Por eso, en
"Censo y conquista" Lemebel propone una subversión popular no contra
el poder establecido sino contra su funcionalismo mecánico, el censo. Escribe:
"Hay que ponerse la peor ropa, conseguir tres guaguas lloronas y
envolverse en un abanico de moscas como rompefilas, para evitar los trámites
del sufragio."
.......... Como siempre, el fluir
cotidiano se le torna hipérbole, espectáculo, apocalipsis, en un proceso de
inducciones (lógica socrática y sobremesa metódica): "De esta manera, las
minorías hacen visible su tráfica existencia, burlando la enumeración piadosa
de las faltas. Los listados de necesidades que el empadronamiento despliega a
lo largo de Chile, como serpiente computacional que deglute los índices
económicos de la población, para procesarlos de acuerdo a los enjuagues
políticos... Una radiografía del intestino flaco chileno expuesta a su mejor
perfil neoliberal, como ortopedia de desarrollo. Un boceto social que no se
traduce en sus hilados más finos, que traza rasante las líneas gruesas del
cálculo sobre los bajos fondos que las sustentan, de las imbricaciones
clandestinas que van alterando el proyecto determinante de la democracia."
.......... La crítica, por lo
tanto, se sostiene en la puesta en duda que reinicia una práctica popular de resistencias.
La matemática de la marginalidad, nos dice el cronista, no sirve a la pobreza,
sino todo lo contrario. Y de esa premisa, como si leyera en el texto natural de
su tiempo permanentemente travestido, concluye con una pragmática
latinoamericanista, de remoto origen nietzcheano y cierta entonación
deleuziana: "Acaso herencia prehispánica que aflora en los bordes
excedentes, como estrategias de contención frente al recolonizaje por la ficha.
Acaso micropolíticas de sobrevivencia que trabajan con el subtexto de sus
vidas, escamoteando los mecanismos del control ciudadano. Un desdoblaje que le
sonríe a la cámara del censo y lo despide en la puerta de tablas con la parodia
educada de la mueca, con un hasta luego de traición que se multiplica en ceros a
la izquierda, como prelenguaje tribal que clausura hermético el sello de la
inobediencia."
.......... En verdad, si el mundo
incaico fue burocrático y decimal, el mapuche no fue ni federal ni frentista,
para evitar que el estado le exigiera reciclarse y no demorar más la
modernidad; por añadidura, y aunque nuestros países están llenos de
conservadores que no tienen nada que conservar, el mercado como espacio de
libertad se torna irrisorio para quienes no tienen nada que vender o comprar.
Y, en fin, las estadísticas demuestran con sus promedios que en el papel
siempre somos menos pobres de lo que en realidad somos. De cualquier modo,
quizás los pueblos marginales (los flujos de migrantes, de excluídos, de
jóvenes expulsados del sistema) sean ya indocumentables, apenas un cálculo
proyectivo entre los que nacen y los que mueren, esa contabilidad del mapa
neoliberal.
.......... Así, como si fuera ya
tarde para las taxonomías y los censos, Lemebel acude al barroquismo en un
gesto característicamente latinoamericano: la cultura de la resistencia
responde no con la economía de la nominación puritana sino con el exceso de la
renominación metafórica; no con la simetría apolínea de la forma armónica, sino
con la hibridez informalista y el "salto por el ojo de la aguja"
(propuesto por Vallejo, retomado por Lemebel). Responde también con el
sobredecorado, el rizado, la voluta. Pero no solamente resiste y responde,
también reapropia con apetito y crea con hambre. Como el último "filósofo
autodidacta" (que en la carencia humana aprende a leer la escritura de su
tiempo, asi como el viejo filósofo aprendía a leer en la naturaleza la
escritura divina), Pedro Lemebel nos enseña a reconocer también la fuerza de
esas reapropiaciones y de esas hambres. Desde ellas, piensa el presente como un
proceso irresuelto, hecho en las restas de la violencia pero así mismo en las
sumas de la pasión.
.......... Todavía en su última
transformación, Pedro Lemebel se nos aparece convertido ahora en cronista
anti-criollista (porque el criollismo latinoamericano es una apoteosis del
lugar común, una representación complaciente y acrítica, que en Chile y en Perú
lo asume ahora el entretenimiento televisivo). Y ha sido aún más explícito al
descartar los teletones populacheros entregados a preparar el hot-dog o la
empanada más grandes del mundo con el propósito deportivo de ingresar al
disparate de los récords, el Guinness. Con el mismo espíritu crítico con que
refuta el censo, rebate ahora la competencia nacionalista del super-sandwich
como metáfora de un Chile del primer mundo. Como Carlos Monsiváis, que en los
tiempos del gobierno de Carlos Salinas denunció los costos de la retórica
primermundista para un país que se precipitaba, más bien, en las evidencias;
Pedro Lemebel fustiga directamente la implicancia política de esta patética
apuesta triunfalista. Escribe: "Había que demostrar el "milagro
económico" chileno en las veinte mil piruetas del Libro de Guinnes. El
despertar de un país que se levanta con orgullo de garrapata triunfal y que
dejó atrás al Tercer Mundo. Una fonda del extremo sur que renovó su escabeche
tricolor por el pollo rost beef y las hamburguesas sintéticas de los mall, pub,
shopping, donde se remata el hambre consumista. Una hilacha de país que mira
sobre el hombro a sus vecinos pobres. La Meca dollar del continente que habla
de tú a tú con el Mercado Común Europeo. El ejemplo neoliberal para los indios
piojosos de Latinoamérica... Por eso se hizo el "completo" más largo,
que medía veinte kilómteros de tula alemana por la carretera. Casi de mar a
cordillera, el hot-dog gigante dividió al país entre chucrut y ketchup. Y se
necesitaron tantos huevos para la mayonesa, que se llevaron camionadas de
gallinas a Investigaciones donde las picanearon con electricidad para que
pusieran más rápido..."
.......... "Para no ser
menos, otra aldea famosa por los dulces empolvados se inscribió con un alfajor
monumental donde se ocupó todo el azúcar que necesita una población para
endulzar su mísero desayuno de un mes... "
.......... "Para justificar
los aires fanfarrones de estas competencias, se dice que la venta del producto
va en ayuda de alguna Teletón, un hogar de huérfanos, algún asilo de ancianos,
que reciben las cuatro chauchas de esta limosna publicitaria. Todo se va
vendiendo, trozado, repartido y consumido por el apetito grosero que proclama
su eructo populista de amor a la patria." ("Un país de récords,"
en Punto final, Santiago, octubre de 1997).
.......... Pero cito esta crónica
en extenso para ilustrar no sólo la vehemencia satírica sino algo más
importante del trabajo del autor: la disputa por el lugar de la cultura
popular. En efecto, esas ceremonias de pantagruelismo municipal, que en los
Estados Unidos son una práctica semirural regionalista (las ferias compiten por
el cerdo de más peso, el zapallo más gigantesco, etc.), parecen más bien una
manipulación mediática de la cultura de la plaza pública; y el derroche que
exhiben resulta un ritual no sólo dispendioso sino vacío. Reveladoramente, el
cronista acera su sarcasmo porque ya no se trata solamente del espectáculo y la
trashumancia; se trata ahora del espacio de la cultura popular, de por sí
marginalizado, de pronto ocupado por estas ceremonias de contrasentido.
.......... No es casual,
entonces, que esta crónica chilena apuntale una economía simbólica de la
preservación cultural (que asegura la función nutritiva de la memoria popular)
y de la comunicación horizontal (que gesta el diálogo democratizador de la
plaza pública, de su versión callejera). Tampoco es casual que coincida en ello
con gestos paralelos de Carlos Monsiváis y Edgardo Rodriguez Juliá, los otros
grandes cronistas de la postmodernidad latinoamericana, que Jean Franco sumó,
con justicia, a Lemebel, el tercio incluído de este triunvirato de elocuencia y
bravura.
.......... Estas puestas en duda
de las clasificaciones de la estadística y del gigantismo banal de la
competencia, son más que simples críticas al archivo estatal y su programa; son
verdaderas disputas por la construcción de la objetividad. Su valor político
está situado en lo cotidiano específico, su valor cultural afirmado en el
espacio abierto de la plaza pública, su persuasión moral planteada como
transparencia crítica. Estas adhesiones y pertenencias vienen de lejos,
reverberan en estos gestos ligeramente pintureros, y siguen de largo en pos del
lector.
.......... Dicho de otro modo,
Pedro Lemebel es un escritor que, extraordinariamente, dice lo que piensa.
.......... Dice más, claro,
porque la marginalidad herida aduce también lo suyo en estas crónicas de
desamor. Su segundo libro, Loco afán, Crónicas de Sidario (1996) es aún más
inquisitivo, y si bien abandona el barroquismo preciosista del epíteto y la
hipérbole, gana en inmediatez y familiaridad. Se trata, ahora, de la urgencia
del deseo (que construye una vida alterna a la normatividad) y de la muerte por
sida (que borra la inmunidad como si tachara al lenguaje mismo). Entre el
espectáculo del deseo y la ceremonia de la muerte, buena parte de estas
crónicas registran la lucha por sostener el lugar desde donde tanto el placer
como la agonía puedan ser vistos de frente, procesados por un diálogo afectivo
y maduro. Pero si ello forma parte de la estrategia proposicional de la crónica
(donde el agente del relato convoca otra temporalidad, hecha en la duración del
espectáculo), lo que no podríamos prever es el humor con que el cronista sería
capaz de rizarle el rizo a la Parca.
.......... Así, en esta apoteosis
del deseo (de "loco afán") emergen dos otros rasgos de la escritura
de Lemebel: primero, su capacidad para el grotesco; y, segundo, su búsqueda de
un exceso expresivo, capaz de exorcisar la densidad semántica y privilegiar el
acuerdo elemental sobre los hechos. Como Luis Rafael Sánchez, Lemebel hace del
grotesco una "épica descalza," es decir, una lírica con calle. Como
en la prosa porosa del puertorriqueño, varias hablas orales se interpolan en la
crónica del chileno: el eros tiene esa vehemencia de voces henchidas,
escanciadas y silabeadas, que cruzan en voz alta su arrebato tenso, su juego
retórico y tentativo. Ese juego demanda el exceso, fractura la mesura, arriesga
los límites. Recorriendo, así, lo patético pero también lo cómico, el lenguaje
abre lo público en lo privado, y viceversa; porque la crónica es el género de los
entrecruzamientos (analogías de lo diferente), de la hibridez (antítesis de lo
semejante), de la mezcla (travestismo de lo uno en lo otro). Contra la
normatividad burguesa que territorializa los espacios cerrados contra los
abiertos, los privados fuera de los públicos, la apoteosis lemebeliana es
carnavalesca (rebajadora), relativista (escéptica) y celebratoria (religadora).
.......... En "Los mil
nombres de María Camaleón" (un nombre de por sí emblemático del poeta de
los mil colores y ninguno), leemos lo siguiente: "Así, el asunto de los
nombres, no se arregla solamente con el femenino de Carlos; existe una gran
alegoría barroca que empluma, enfiesta, traviste, disfraza, teatraliza o
castiga la identidad a través del sobrenombre. Toda una narrativa popular del
loquerío que elige seudónimos en el firmamento estelar del cine. "
.......... Y luego: "En fin,
para todo existe una metáfora que ridiculiza embelleciendo la falla, la hace
propia, única."
.......... Todo lo cual sugiere
que el nombre multiplicado dirime en el cuerpo del lenguaje la probibición del
cuerpo transgresivo: contra la reducción del habla que lo condena, sanciona,
persigue y victimiza, este derroche nominal transfiere este cuerpo a la zona
acrecentada de significación permutante, donde la identidad es una máscara y el
sujeto una mascarada. Las palabras que sobredicen le dan una ruta sustitutiva,
no sólo compensatoria, donde hasta lo grotesco es decorado y mejorado. La
cultura del margen se acrece en ese trabajo restitutivo.
.......... Otra crónica, "El
último beso de Loba Lamar" narra la muerte de una loca sidosa, y para
alarma del lector se trata de una de las muertes más comicas de la literatura
más trágica. Las amigas peleando con el rigor mortis para que la cara de la difunta
venza a la muerte con el gesto de un beso, suma el grotesco, el exceso y la
comedia. Esto es, el barroquismo festivo de Pedro Lemebel renombra a la muerte
desde el eros nomádico.
***
1. Pedro Lemebel ganó el primer
premio de cuento en el Concurso nacional Javier Carrera (1982). Sus relatos
aparecieron en Incontables (Santiago, Editorial Ergo Sum, 1986). En 1992 dictó
el seminario "Eva dice a Adán" en la Universidad Católica de
Valparaíso. En 1992 publicó crónicas en Página abierta y al año siguiente fue
editor de esa revista. Hizo la presentación de Carlos Monsiváis en el Seminario
Utopías que tuvo lugar en Santiago en 1993. Partició del Festival Cultural
Stonewall, Nueva York, en 1994. Este mismo año empezó a publicar crónicas en el
diario La Nación. Participa de la Escuela de Verano de la Universidad de
Concepción en 1996, y dicta el seminario sobre Crónica urbana de la Universidad
Playa Ancha de Valparaíso. También ese año colabora en la revista Lamda,
empieza su programa radical Cancionero en Radio Tierra, dicta un taller de
crónica en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Chile y
recibe la beca Fondart para el proyecto del libro de crónicas "De perlas y
cicatrices." Participa
del seminario "Crossing and Sexual Borders," en New York University
(1996). Al año siguiente viaja a La Habana para intervenir en la Biena
de Arte. Desde el 98 es cronista de la revista Punto Final. Aparecen las
primeras traducciones de sus crónicas al inglés en las revistas Grand Street y
Nacla Report. Sus libros de crónicas son La esquina de mi corazón , Crónica
urbana (Santiago, Editorial Cuarto Propio, 1995; 2da. ed. 1977), Loco afán,
Crónicas de Sidario (Santiago, Editorial LOM, 1996; 2da. ed. 1997), y De perlas
y cicatrices (LOM, 1998).
2. Fernando Blanco y Juan G.
Gelpí, "El desliz que desafía otros recorridos. Entrevista con Pedro
Lemebel," en Nómada (Puerto Rico, Nº. 3, 1997, pp. 93-98).Véase también la
crónica de Carolina Rubino, "las últimas locas del fin del mundo," en
Hoy (Santiago, Nº. 736, 26 ago.-1 sep., 1991.
3. La cronología de obras de
"Yeguas del Apocalipsis" es la siguiente: "Refundación
Universidad de Chile," intervención, Facultad de Arte, Universidad de
Chile (1988); "Tiananmen," performance, Sala de Arte "Garage
Matucana," Santiago (1989); "¿De qué se ríe Presidente?",
intervención en espacio publico (proclamación presidencial, Sala Carlos
Cariola, Santiago, 1989); "La conquista de América," instalación y
performance, baile nacional descalzo en mapa y vidrios, Comisión Chilena de Derechos
Humanos, Santiago (1989); "Lo que el sida se llevó," instalación,
fotografía y performance, Instituto Chileno-francés de Cultura (1989);
"Estrellada," intervención de espacio público, zona de prostitución,
calle San Camilo, Santiago (1989); "Suda América," instalación y
performance en la Obra Gruesa del Hospital del Trabajador, Proyecto de salud
pública del gobierno de Salvador Allende, Santiago (1989); "Cuerpos
contingentes," performance y exposición colectiva, Galeria de Arte CESOC,
Santiago (1990); "Las dos Fridas," Instalación performance, Galería
Bucci, Santiago (1990); "Museo abierto," exposición colectiva,
instalación y performance, Museo Nacional de Bellas Artes (1990); "De la
nostalgia," instalación y performance, Cine Arte Normandí, Santiago
(1991); "Homenaje por Sebastián Acevedo," instalación, video y
performance, Facultad de Periodismo, Universidad de Concepción (1993); "Tu
dolor dice minado," instalación, video y performance, Facultad de
Periodismo, Universidad de Chile (1993); "La mirada oculta," exposición
colectiva, fotografía, Museo de Arte Contemporáneo, Universidad de Chile,
Santiago (1994); "N.N.", instalación y video, Universidad de Talca
(1995); "Yeguas del Apocalipsis," Bienal de la Habana (mayo, 1997).
Gloria Camiragua filmó un video con las Yeguas luego de que fueran expulsadas
de la muestra colectiva del Museo Nacional de Bellas Artes por el propio
director, el pintor Nemesio Antúnez (1992). Sobre "Las dos Fridas"
hay referencias en el ensayo de Jean Franco "Género y sexo en la
transición hacia la modernidad," en Nomadías (Universidad de Chile,
Programa Género y Cultura en América Latina, No.1, 1996); y un análisis de
Nelly Richard, "Género, valores y diferencia(s)," en su libro
Residuos y metáforas (Ensayos de crítica cultural sobre el Chile de la
Transición), 1998. Guadalupe Santa Cruz habló de "La Santiago
Travesti" a propósito de las crónicas de Lemebel en el seminario
"Conjurando lo perverso, lo femenino, presencia suspensiva," La
Morada, Santiago, junio 1997. Soledad Bianchi en el documento de trabajo
"¿La insoportable levedad...?" (ARCIS, Nº. 21, oct. 97) propone en
lugar del término "neo-barroco" (que vincula a Lemebel con la
impronta lezamiana desarrollada por Sarduy y retomada por Néstor Perlongher, el
neologismo "neo-barrocho" , haciendo eco desde el santiaguino río
Mapocho a la variante propuesta por Perlongher de "neo-barroso" en
alusión al Rio de la Plata. El juego es justo: tiene por término común el
barro, que está en el origen derogativo de "barroco travesti" (1997).
Letras.s5.com,
Excelente material...lo he leído todo...hicieron una excelente selección...abracito,amigo.
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