El barroco es un
movimiento artístico del siglo XVII que se distingue por un estilo complicado y
recargado de adornos. Varios artistas cubanos del siglo XX, admiradores del
barroco europeo, se propusieron recuperar dicha estética, aunque actualizándola
a la realidad del Caribe.
Aunque el
neobarroco cubano se puede retrotraer a la obra de Alejo Carpentier
(principalmente con Los pasos perdidos), sus representantes más evidentes son
los cubanos Severo Sarduy y José Lezama Lima. Carpentier le aportó a la noción
de barroco la siguiente observación: en Latinoamérica (y muy especialmente en
el Caribe) hay un sincretismo de tradiciones y culturas profundo y enmarañado.
Este sincretismo sienta las bases para entender el entorno como barroco. Con
todo, como la estética literaria de Carpentier (aunque compleja) no es
hermética, algunos críticos prefieren no enmarcar a este escritor en el
movimiento neobarroco.
Lezama también
reconoce la importancia de la hibridez cultural de América Latina en el
desarrollo de un arte barroco en su libro La expresión americana. Si bien
Lezama denominó “barroco” a un estilismo americano que viene desde hace siglos,
dotó a su propia prosa de unas características particulares. Hipérboles, largas
listas de elementos, juegos de palabras, innumerables referencias literarias y
parodias son algunas de las complejidades retóricas que nutren la poética del
autor. Su libro de poesía más importante es Muerte de Narciso (1937). Fue, no
obstante, con la novela Paradiso (1966) que Lezama se convirtió en un referente
imprescindible de las letras latinoamericanas del siglo XX. La novela causó
controversia al momento de su publicación por el alto contenido sexual de
algunos pasajes. Paradiso narra la historia de José Cemí, un joven que vive en
la Cuba posrevolucionaria y va descubriendo que es homosexual. Lezama dejó sin
terminar una segunda novela, Oppiano Licario, en la que continuaba igualmente
su estética barroca.
Sarduy, por su
parte, al estar muy vinculado a los círculos intelectuales de París, contribuyó
a la estética barroca con varios principios de la semiología francesa en boga
por un tiempo. Sarduy, partiendo desde las teorías del sicoanalista Jacques
Lacan, reflexionó sobre la “erótica” de la literatura; esto es, que la
sexualidad excesiva forma parte integral de la escritura neobarroca. Con esto,
además, Sarduy quería expresar que el proceso de la lectura implicaba un placer
relacionado con el erotismo. Esta idea es análoga a la de le plaisir du texte
(el placer del texto), con la que el crítico Roland Barthes explicaba el
proceso de la lectura. De hecho, Barthes utilizó la más famosa novela de
Sarduy, De dónde son los cantantes (1967), para ilustrar su punto, así como
Sarduy había hecho con la novela de su compatriota Lezama. En esta novela,
precisamente, Sarduy exploraba distintos recursos para producir un texto
exuberante y dificultoso que juega con el lenguaje. Con su segunda novela,
Cobra (1972), el autor se sirve de la historia de dos travestis para jugar con
las nociones de realidad y ficción.
Los tres autores
cubanos señalados tuvieron una influencia muy grande en varias generaciones de
escritores. Aunque sus admiradores hayan seguido rumbos diversos, está claro
que la estética del neobarroco tuvo un peso considerable.
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