miércoles, 24 de agosto de 2011

El Realismo Mágico más allá de la Narrativa. - Hernán Castellano-Girón

Proyecciones del Realismo Mágico Más Allá de la Narrativa.

He encontrado muy interesante el artículo de Daniel Hidalgo (i), que analiza el concepto del realismo mágico (RM), controvertido y recientemente dado por obsoleto sobre todo por jóvenes escritores bregando con su aprendizaje de gramática y cultura básica.

Lo interesante del artículo de Hidalgo es que dicho concepto es aplicado a la música moderna derivada de la gran vertiente incubada en el universo del rock, a este punto tan vasto y complejo como el jazz, la bossa-nova o las otras manifestaciones del sincretismo artístico del Nuevo Mundo.

Nadie o muy pocos, que yo sepa, habían tratado de proyectar el RM hacia otros ámbitos fuera de la narrativa. Algunos críticos anglosajones han calificado las Residencias y hasta el Canto General como RM, pero ello es algo muy discutible aunque también interesante. Porque el RM es básicamente un realismo metafórico, cosa que también puntualiza Hidalgo, y se aplica mejor a los grandes ciclos narrativos. Sin embargo —siguiendo la pista esbozada por Hidalgo— Los Jaivas, por ejemplo, podrían ser perfectamente realistas mágicos de la música, y en la llamada música sinfónica o “selecta”, Floresta del Amazonas o las Bachianas Brasileiras de Heitor Villa-Lobos y la música del argentino Alberto Ginastera (las suites Estancia o Panambí) podrían ser un equivalente perfecto de la prosa mágico realista.

Es más: cuando en mis clases de literatura en California, explicaba a los estudiantes la naturaleza y “color” del RM, precisamente les hacía escuchar obras como las citadas de Villa-Lobos o de Ginastera mientras leíamos los textos en clase, y había una concordancia perfecta entre lo leído y lo escuchado.

Es indudable, entonces, que este realismo metafórico aplicado a la música abre un nuevo campo de investigación para el crítico y de experimentación artística para el creador en otras artes fuera de la narrativa.

La parte más débil de la argumentación de Hidalgo, pero asimismo rica de aspectos de amable diálogo, nos parece que está en la base misma de su definición del RM, que se remite al enunciado de Franz Roh como la verdadera fundación del RM. Esta postura la encontramos en críticos de diverso calibre en Chile, como también en el ámbito anglosajón.

Ello puede ser cierto desde un punto de vista lexical, pero la conceptualidad del RM como una idea central para entender sobre todo la prosa del nuevo mundo, fue definida por Alejo Carpentier en 1948 en su prólogo a El reino de este mundo. En este importante ensayo, Carpentier señala dos grandes ámbitos contrapuestos pero perfectamente complementarios: la realidad maravillosa (la naturaleza, el clima, la geografía, la fauna y la flora del Nuevo Mundo) y el RM que es la contrapartida textual de esa realidad maravillosa, y sólo se puede expresar con una prosa que describa eventos igualmente maravillosos y los presente como reales (por ejemplo, Remedios la Bella levitando hacia el cielo, en Cien Años de Soledad). Muy poco después de este aporte de Carpentier, Juan Rulfo creó una forma absolutamente suya de RM, en Pedro Páramo y El llano en llamas, dos hitos en la literatura latinoamericana.

También discrepamos acerca de la validez de conceptos aproximativos como “generación del boom” que al parecer Hidalgo generaliza en la práctica del RM, cosa que dista mucho de ser verdadera. En realidad, el único en el más bien indefinible grupo del “boom” que podría decirse practica plenamente el RM, es García Márquez. Los otros, por ejemplo Fuentes, Vargas Llosa, Donoso, difícilmente podrían ser considerados realistas mágicos, aunque por ejemplo Donoso trató de camuflarse con el género (si es que lo es) sin resultados notables. Además, dicha definición (el "boom”) adolece de todas las fallas propias de la crítica generacional, y constituyó en su momento más bien un truco promocional como lo han sido otras “generaciones” en nuestro país y en otras partes, pero esto es sólo un detalle dentro del tema más vasto de estas notas.

Es cierto que hay vestigios o “semillas” del RM en muchos escritos que datan de tiempos del llamado descubrimiento, inclusive en los diarios de Colón (quien creyó identificar las fuentes del Paraíso en el delta del Orinoco) o en las cartas de Hernán Cortés a Carlos V (la famosa “región más transparente” del aire de Tenochtitlán) y esto no es casual: hasta esos lejanos cronistas percibían el problema formal de describir adecuadamente la realidad maravillosa que estaban recién conociendo, y que los sobrepasaba emocional y expresivamente.

Pero el secreto del RM estaba —como dice Darío en su famoso soneto— en la forma que se perseguía y que sólo podía ser encontrada en la modernidad literaria. El metaforismo implícito en la gran operación de identidad y pathos sociocultural que involucra el RM, consiste precisamente en encontrar la manera de transferir o traducir esa realidad maravillosa a un texto, y hacerlo de manera convincente y completa.

Hay textos notables escritos durante el período vanguardista que contienen elementos del RM, como El habitante y su esperanza de Neruda (Virginia Vidal me lo hace notar acertadamente en un email en que discutimos estos temas), El hombre muerto a puntapiés de Pablo Palacio, El intransferible de Arqueles Vela, o Museo de la novela de la eterna de Macedonio Fernández, todas creadas en los años veinte, pero es el chileno Juan Emar (1893-1964) quien creó, al menos treinta años antes que García Márquez, el equivalente de Macondo, por todos admitido como el país metafórico por excelencia, y que nos entregaría la síntesis ontológica de la realidad americana en su forma literaria. San Agustín del Tango de Juan Emar es el Macondo primordial del Austro, y las transposiciones filosurrealistas, los personajes caricaturescos o monstruosos que son la quintaesencia de la chilenidad, la espesura y densidad del lenguaje, la ironía total, la recreación /deconstrucción de todo un mundo, definen a Juan Emar como el padre no sólo de la vanguardia novelística chilena, sino como uno de los creadores más importantes de este siglo, a la altura de los grandes de/constructores como Huidobro, Picasso, Buñuel o Duchamp. Así, Emar resulta, sin quererlo ni saberlo, el verdadero creador del RM aunque no lo haya teorizado como lo hizo Carpentier en el momento histórico preciso, cuando el eco de las vanguardias parecía haberse atenuado y se abría el camino para la literatura definitoria de la segunda mitad del siglo veinte.

Entonces, la esencia del RM está en su metaforismo fundacional, y ello lo diferencia de la literatura fantástica de todos los tiempos, desde Apuleyo a los hermanos Grimm, o desde las Mil y una noches a la ciencia-ficción: el RM intuido por el Almirante del Mar Océano sólo podía ser una realidad literaria quinientos años más tarde, cuando se recreara un país o un subcontinente en grandes paradigmas como San Agustín del Tango, Macondo o Santa María, de Onetti, los mitemas de la realidad latinoamericana vista con los ojos de hoy.

Los ejemplos dados por Hidalgo para señalar esta “extraterritorialidad” del RM no son válidos, a nuestro juicio, porque hay una gran diferencia entre el folclor europeo o de otras culturas, las leyendas, los cuentos de hadas, y el concepto fundacional de Macondo o San Agustín del Tango, aunque de hecho haya puntos de contacto entre ambos mundos. Aquellos son productos de una cultura en evolución milenaria. El RM latinoamericano, como el Popol-Vuh en su tiempo, es una forma de génesis hallado y centrado en la modernidad.

(i) http://virginia-vidal.com/cgi-bin/revista/exec/view.cgi/1/141

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