miércoles, 25 de mayo de 2011

Treinta años de poesía argentina (Fragmento) - Hugo Mujica

El movimiento llamado neobarroco, que despunta en la década de los 80, deriva de la ebullición verbal del cubano José Lezama Lima, tan exuberante en su decir como en su contextura física. Severo Sarduy, otro cubano, configuró más que nada el aspecto teórico y, en Néstor Perlongher, el neobarroco se concreta “neobarroso”, se hace nuestro, se hace un barroco “cuerpo a tierra”, tierra de aquí.

Si el neobarroco o neobarroso tiene un lugar, una geografía, un topos, ése es el lenguaje, la palabra como carnadura; la palabra, diríamos, como el lugar donde, sin solemnidades pero con respeto por ella, volvemos a jugar, a ilusionarnos, a reír, no de ellas sino en ellas y con ellas. Palabras –fieles al barroco arquitectónico– sobrecargadas aunque no pesadas, se enredan entre ellas, bailan o marchan erráticamente, no van a ningún lugar, en ese juego llegan a sí, saltan o enhebran, es verdad que nos trascienden hacia ningún lugar, pero tampoco se detienen en ninguna fijeza, se coagulan en ninguna verdad, se cristalizan en ningún significado (...).

Si su filiación es, dijimos ya, caribeña, también trasuntan lecturas del psicoanálisis, así como aparecen vestigios de la incontinencia derridiana o del rizoma que nos dibujó Deleuze y que parece ser la figura que más roza esta estética, o la que esta estética del desplazamiento configura como movimiento (...).

http://isla_negra.zoomblog.com/index-685.html

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